El ejido tamaulipeco enfrenta un envejecimiento prematuro que pesa como los años mismos. El reumatismo social se manifiesta en la dificultad para caminar hacia el futuro: la falta de niños y el descenso en la natalidad dejan escuelas vacías, mientras la idea de convertirlas en asilos cobra fuerza. Para entender esta realidad, es necesario repasar la historia. En 1913, se elaboró el primer certificado agrario en Matamoros, Tamaulipas, marcando el nacimiento del primer ejido del país.
Apenas 112 años después, se plantea cerrar escuelas ejidales para convertirlas en asilos, una solución que refleja la urgencia de atender a una población envejecida. La juventud, motor de toda sociedad, ha emigrado a las ciudades, dejando atrás un campo habitado principalmente por ancianos y niños.
Transformar escuelas en asilos no es una idea descabellada, sino una respuesta a una necesidad apremiante. En Soto la Marina, existen antecedentes de transformaciones históricas, como la escuela “Gral. Felipe de la Garza”, que se levanta sobre los muros del antiguo cuartel militar comandado por el general del mismo nombre, quien aprehendió a Iturbide y ordenó su ejecución en 1824. Actualmente, los restos de Agustín de Iturbide reposan en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, específicamente en la capilla de San Felipe de Jesús, primer santo mexicano.
Hoy, los pilares de aquel cuartel donde pernoctó Agustín de Iturbide, albergan una escuela primaria. Sin embargo, en el ejido “Ignacio Zaragoza”, otra edificación escolar permanece abandonada por la falta de niños. La autoridad educativa decidió trasladar los estudiantes al poblado vecino de nombre “José de Escandón”, donde reciben clases con un maestro asignado. Esta situación se repite en todos los municipios de Tamaulipas, donde la matrícula insuficiente condena los edificios escolares al abandono
MÁS QUE UNA ESCUELA VACÍA…
En Tamaulipas, los ejidos representan comunidades con una rica historia e identidad. Sin embargo, el cierre de escuelas amenaza con desmantelar el tejido social y limitar las oportunidades de las futuras generaciones. Este fenómeno es impulsado por factores demográficos, económicos, educativos y sociales. El ejido Ignacio Zaragoza, ubicado entre Abasolo y Soto la Marina, se colonizó tras la creación del distrito de riego 086. Sus tierras pobres han sido destinadas al pastoreo de cabras y vacas, tras mostrarse ineficientes para la agricultura. En Zaragoza, se produce exquisito queso fresco, que se elabora a partir de leche de cabra y un importante porcentaje de personas se dedica a realizar trabjos de pastoreo. No cuenta con acceso pavimentado y este se hace a través de un camino de terracería que muestra grave deterioro. La comunidad, es imagen de atraso, marginación e indiferencia gubernamental.
SEMBRADOR DE AURORAS: EL MAESTRO
La educación en Soto la Marina superó grandes desafíos para cubrir la demanda escolar. En tiempos en que las haciendas desaparecían para dar paso al ejido, el maestro jugó un papel estelar. Algunos enseñaban bajo la sombra de un árbol, compartiendo el poco conocimiento que poseían, pero que se convertía en un tesoro para aquellos que todo lo ignoraban.
Otros, colmados de sabiduría, dejaron de lado su orgullo al ver la sed de aprendizaje de los más desfavorecidos. El cierre de una escuela en un ejido representa la pérdida de un centro de aprendizaje, un punto de encuentro comunitario y un símbolo de esperanza. Los niños deben viajar largas distancias para recibir educación, lo que aumenta el riesgo de deserción escolar y dificulta la participación de los padres en la vida académica de sus hijos. Además, el cierre de escuelas impacta negativamente el desarrollo económico de los ejidos, perpetuando la pobreza y fomentando la migración.
POR VICENTE GONZÁLEZ
EXPRESO-LA RAZÓN




