4 diciembre, 2025

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México nación del trámite

RETÓRICA/ MARIO FLORES PEDRAZA

El país presume modernización, innovación y juventud emprendedora… pero somete a quien desea emprender a una selva regulatoria donde cada árbol es una oficina y cada liana, un trámite pendiente. Crear valor en México se ha vuelto un acto de resistencia.

No se trata de una exageración. Según el Banco Mundial, abrir un negocio en México toma casi el triple de tiempo que en países con marcos institucionales racionales. ¿El resultado? El talento huye, la economía informal prolifera, y el Estado se convierte no en un garante del orden, sino en su primer saboteador.

Este fenómeno no es nuevo. Ya lo advirtió Max Weber al hablar de la «jaula de hierro» de la burocracia: estructuras pensadas para racionalizar se convierten, cuando pierden su espíritu, en mecanismos de asfixia. En lugar de fomentar la acción, la encadenan. En vez de proteger al ciudadano, lo desgastan.

En México, la jaula no solo es de hierro: es de papel, de sellos y de software obsoleto que “se cae” cada dos días. Es un aparato administrativo que no distingue entre quien quiere deforestar la Amazonía y quien desea abrir una cafetería. No hay proporcionalidad, no hay sensatez. Solo hay norma. Y cuando la norma es irracional, su cumplimiento no es virtud, sino masoquismo.

Y no, esto no es simplemente un problema de eficiencia. Es un problema político. Porque donde la burocracia ahoga, el poder se concentra. Cada trámite innecesario es una coartada para el soborno, una oportunidad para el clientelismo, una excusa para mantener al ciudadano en posición de súplica. No es un accidente: es diseño. El Estado no se volvió torpe por error, sino porque le conviene mantenerse como un laberinto donde solo los iniciados (o los bien conectados) encuentran salida.

Esto explica por qué tantos proyectos mueren antes de nacer, no por falta de creatividad o capital, sino por inanición legal. Porque aquí el emprendimiento no es solo riesgo económico, sino riesgo existencial: enfrentarse a un Leviatán de reglas contradictorias, dependencias duplicadas y funcionarios que hacen del “regrese mañana” un arte refinado.

¿Y el resultado final? Un país donde las ideas florecen en PowerPoints, pero se marchitan en ventanillas. Donde se habla de “ecosistemas de innovación” mientras se exige una carta notariada para vender empanadas. Donde los jóvenes no sueñan con construir, sino con escapar. Donde la informalidad ya no es evasión, sino autodefensa.

¿Queremos una economía vibrante, un país dinámico, ciudadanos libres y productivos? Entonces empecemos por el principio: derroquemos la dictadura del trámite. No con discursos, sino con una reforma profunda que convierta al Estado en un facilitador del proyecto vital y no en su peor enemigo.

La libertad no comienza en las urnas, sino en la posibilidad de actuar sin pedir permiso para existir. Y hoy, en México, eso aún parece demasiado pedir.

Por. Mario Flores Pedraza

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