Martha Isabel Alvarado, fue una periodística de mucho respeto; la conocí en Reynosa, cuando andábamos realizando talleres de periodismo con perspectiva de género, allá por el 2002; le caí bien, parece que sí; me dijo “aquí estamos para lo que se te ofrezca y ya saben que lo que hagan aquí en la red yo las apoyo”; se lo dijo también a Rosa María Rodríguez Quintanilla, en aquel entonces nuestra coordinadora estatal, con quien hizo una gran amistad.
Martha Isabel Alvarado era de esas periodistas que podían hablar con gobernadores y con cualquier persona; una mujer respetada por su carácter y, sobre todo, por la valentía con la que escribía, sin temer exhibir a quienes debía señalar.
Ella elegía a sus amigos y amigas; tenía un límite hasta donde llegar a su vida; quienes tuvimos la fortuna de compartir con ella una amistad, en reuniones, con un buen café, o en simple charla ocasional, sabíamos que su vida privada, así era y así privada, la mantuvo siempre, al margen del oficio. Nunca permitió que lo personal se mezclara con su labor periodística, como lo sostuvo hasta el final.
Ella me inspiró muchas veces, por ser una pionera columnista política; en aquel entonces, en los medios impresos, la veía en medio de la página editorial, donde solo figuraba ella como mujer, haciendo camino en la crítica periodística; cuestionó sin distingo a políticos de todos los partidos y les sacó sus trapitos al sol.
Libre expresión, la columna de su autoría por tanto tiempo y en tantos medios, permanece como su aporte al periodismo.
Martha Isabel Alvarado se consolidó como una voz crítica y necesaria en Tamaulipas. Su trabajo se distinguió por el rigor y la capacidad de cuestionar a quienes ejercían el poder, sin importar siglas ni cargos.
La última vez que fuimos al café, luego de estar en un festejo del Día de la libertad de Expresión, en junio del 2024, andaba muy contenta con su trabajo; nos reímos con las anécdotas, Mary Jaramillo y Rosy Rodríguez; estuvimos hasta ya tarde, en que se regresaba para Reynosa; ahí nos despedimos, y nos invitó a ir para allá, con un “las quiero cabronas”.
Después, hace como ocho meses, dejó de escribir y cerró su programa de “reporteros en la red»; algunos suponíamos que sería un relanzamiento de su portal; lo dejamos pasar, precisamente por respeto a su privacidad. Preguntamos a las amigas de Reynosa que qué pasaba con Martha; decían que no sabían, que según estaba enferma. Llamadas sin contestar y mensajes sin contestar, se hicieron por muchos amigos y amigas. No supimos más. Ella así lo decidió y se le respetó. Siempre la recordaremos como la gran periodista que fue, la valiente, la entrona, la generosa y la solidaria.
Ella rompió con patrones en el género editorial, entró en medio de esas páginas masculinizadas donde solo había columnistas varones y abrió caminos para otras mujeres periodistas que hoy están en ahí.
Mi querida Martha Isabel, dejó un legado periodístico impreso con tinta indeleble; descanse en paz; siempre será parte de la historia del periodismo tamaulipeco. Dios la recibe con amor; hoy está descansando en paz.
Por. Dora de la Cruz




