En Tamaulipas la política se adelantó, faltan dos años para las elecciones de 2027 pero el ambiente ya huele a campaña, lo que está en juego son las alcaldías y el Congreso local, aunque todos saben que el verdadero premio es el 2028, la gubernatura que definirá el rumbo del estado.
La contienda ya comenzó disfrazada de promoción personal, detrás de las fotos y los mensajes de unidad hay operadores que compran alcance, mueven dinero digital y prueban encuestas, el pleito por las alcaldías es solo el ensayo de 2028 y las redes son ahora el principal campo de batalla.
El año trajo una oleada de acusaciones, espionaje, filtraciones y campañas de lodo, la política tamaulipeca se mueve entre lo legal y lo ilícito, entre las instituciones y las redes negras que fabrican héroes, destruyen reputaciones y suponen que podrán moldean la percepción pública.
Un estudio de la Universidad Complutense documentó que en México las campañas usan bots para fabricar consenso y manipular conversaciones, el Oxford Internet Institute calculó que más del cuarenta por ciento del tráfico digital en elecciones recientes proviene de cuentas automatizadas.
Esa maquinaria digital se trasladó a los estados y Tamaulipas no es la excepción, los consultores de redes ofrecen “paquetes integrales” que incluyen encuestas, monitoreo y guerra sucia, se venden reputaciones al mejor postor y la frontera entre información y montaje es cada vez más delgada.
Las frases bíblicas, los lazos familiares y la imagen de persona carismática se volvieron mercancía política, algunos candidatos se venden como profetas o predicadores, o se asumen como herederos de políticos del pasado, todo vale si genera votos, el nuevo código moral es parecer decente aunque no lo seas.
El negocio de las encuestas vive su propia burbuja, un estudio publicado en ResearchGate encontró errores promedio de tres puntos y tendencia a favorecer a quien las financia, la AMAI reconoce la falta de transparencia y en Tamaulipas brotan firmas sin método pero con mucho eco.
Las granjas de desinformación hacen el resto, en grupos de WhatsApp circulan audios y videos editados, en TikTok aparecen testimonios recortados y en X se inflan tendencias con miles de cuentas falsas, la mentira viaja rápido y el daño ya no se puede borrar con una aclaración.
Mientras tanto las instituciones siguen rezagadas, no hay registro de cuentas falsas ni monitoreo del gasto digital, la autoridad electoral carece de herramientas para sancionar la pauta encubierta y en ese vacío florece un modelo de campaña barato, anónimo y altamente destructivo.
Los expertos advierten que manipular la percepción cuesta poco y rinde mucho, con unos cuantos miles de pesos se puede crear una tendencia o destruir a un adversario, el botín son los municipios y el Congreso pero la batalla real está en la mente colectiva, ahí se decide el poder.
Todo indica que la próxima gubernatura podría ser encabezada por una mujer y eso ha desatado una ofensiva de misoginia digital, burlas, insinuaciones y linchamientos mediáticos, la violencia política de género se disfraza de debate y busca frenar el avance femenino.
Las elecciones de 2027 serán el verdadero termómetro de 2028, las alianzas, los municipios ganados y las narrativas impuestas definirán la sucesión, por eso nadie espera los tiempos oficiales, la guerra ya empezó y se libra en los teléfonos, con estrategias y sin rostro.
La prensa debe verificar antes de difundir, las encuestadoras transparentar sus métodos y los ciudadanos aprender a desconfiar del ruido, si no lo hacen las urnas solo validarán lo que ya se decidió en las redes, donde el poder se disputa a golpe de clic y rumor.
Tamaulipas vive una contienda anticipada, digital y silenciosa, el poder se pelea con pantallas y percepciones, y aunque parezca virtual sus consecuencias serán reales, porque en esta guerra adelantada quien controla la narrativa termina controlando el futuro.
Por. José L. Archundia




