Hoy la lupa para los gobiernos morenistas está puesta en la indumentaria; pesa más, la marca de ropa y accesorios, que su desempeño en la función pública; la narrativa de aquellos tiempos en que gobernaban el país los partidos políticos de la derecha, cambió del análisis político por el análisis al vestuario, su vida privada, restaurantes que frecuenta, el sector donde vive y a dónde viajan.
En otros sexenios, se normalizó la vida excesos de la clase política, que ostentaban las familias del Partido Revolucionario Institucional y del Partido Acción Nacional, cuando ellos gobernaban el país; una vida de privilegios, viajes por todo el mundo, de su familias, escuelas exclusivas en Europa, y el uso de aeronaves propiedad del gobierno, poco eran pocos los que cuestionaban, de donde salía tanto dinero para este nivel de vida, bueno hasta para salir a dar la vuelta usaban el helicóptero del gobierno de Tamaulipas, pero ese tema, no era de la incumbencia de la opinión pública.
La ideología de Morena se sustenta en la austeridad y en el uso responsable de los recursos públicos. Quienes ocupan cargos bajo esa bandera, deben ser coherentes desde el poder. Pero otra cosa es su vida privada, el salario que ganan legal y transparente, pueden gastarlo en lo que quieran, sin que eso se convierta en un linchamiento mediático y menos, si la embestida viene de la voz de la oposición, cuyos antecedentes los dejaron sin calidad moral, aunque la vergüenza no conocen .
Criticar las decisiones personales, en vez de evaluar el ejercicio público, resta atención a los temas relevantes de la agenda para convertirlos en chismes sobre apariencias. Esa superficialidad, además, termina proyectando un tono clasista, se etiqueta a Morena como si sus integrantes no tuvieran derecho a aspirar a una mejor calidad de vida, como si el bienestar personal fuera incompatible con la congruencia política y paradójicamente , el propio movimiento apuesta justamente por lo contrario, que la sociedad acceda a mejores niveles de vida y que ese avance deje de ser un privilegio reservado para unos cuantos.
Las marcas no siempre llevan el precio, ni tampoco son sinónimo de corrupción y desviar la crítica hacia ese lado, realmente resulta vano, ante la falta de argumentos para acusar de corruptos por motivos sin valor.
Por ejemplo, en sexenios pasados en Tamaulipas, ex gobernadores y sus familias, hasta en tercera línea, usaban outfits de marcas de diseñadores, pero además, invirtieron en ranchos, en cabeza de ganado y en departamentos en Santa Fe, donde las marcas no tenían nombre, solo precio. Y ciertamente hay una línea que no debe cruzarse, especialmente el de la vida privada, siempre y cuando no se involucren recursos públicos, pero hoy la crítica pública y de la oposición, ha perdido sentido, porque hay asuntos de fondo que exigen más atención que las ‘garras’ que cada quien se pone.
Morena necesita una crítica seria sobre su desempeño en la función pública. El aplauso tampoco sirve para corregir aquello que aún está pendiente desde el gobierno. Pero la crítica frívola, la que se aferra a la ropa, a un reloj o a cualquier detalle cosmético, no aporta algo al debate democrático. Esa superficialidad, termina percibiéndose como el enojo de una oposición que, sin argumentos de fondo, busca desacreditar a un gobierno que hoy sí está más cerca de la ciudadanía que los que lo antecedieron. La discusión pública merece más aun que argumentos; exige señalar fallas reales, revisar decisiones de Estado y evaluar resultados, no convertir la política en pasarela, ni la rendición de cuentas en un espectáculo.
Por. Dora de la Cruz




