19 diciembre, 2025

19 diciembre, 2025

Nos volvemos a encontrar

RETÓRICA / MARIO FLORES PEDRAZA

Hay personas que aparecen en tu vida como si alguien, desde otro plano, las hubiera puesto en tu camino con precisión quirúrgica. No sabes por qué están ahí, ni por cuánto tiempo se quedarán. A veces es un instante, a veces una década. Pero una cosa es segura: no pasan en vano.
Y lo más inquietante, lo más mágico, si aún creemos en eso, es que algunas regresan. Una y otra vez. Se cruzan contigo en momentos clave, como si obedecieran a una partitura invisible. Cambian de ciudad, de pareja, de sueños, pero vuelven a ti. O tú a ellas. No importa cuánto tiempo haya pasado, cuán distintas sean las circunstancias: el encuentro ocurre.
Y no siempre para bien. A veces llegan para desordenarte la vida, para abrir heridas que ya habías archivado con cuidado. Otras veces aparecen para salvarte sin saberlo, con una frase al paso, una mirada que no juzga, una presencia que no pide nada. Pero incluso en el caos que traen, incluso en el daño, hay algo que transforma. Porque toda relación significativa, aunque duela, te hace crecer.
¿Es destino? ¿Casualidad? ¿Un capricho del inconsciente que nos empuja una y otra vez hacia los mismos rostros? No lo sé. Y tal vez no importe. Lo real es el misterio. Esa sensación de que hay almas con las que estás ligado por algo que no entiende de lógica, ni de calendario, ni de geografía.
Hay personas con las que no logras cortar el hilo. Puedes bloquearlas, mudarte, olvidarlas por un tiempo. Pero ahí están, apareciendo en el momento menos esperado. A veces cuando más los necesitas. A veces cuando menos los deseas. Y cada reencuentro tiene algo de espejo: te muestran en qué has cambiado, o en qué sigues igual.
Vivimos creyendo que elegimos a quienes se quedan en nuestra vida. Pero la verdad más honesta es que hay presencias que se imponen, que desafían nuestra voluntad. Hay relaciones que no sabemos explicar, pero que no podemos negar. Y eso debería hacernos más humildes ante el misterio de estar vivos: no controlamos tanto como creemos. Somos tocados, arrastrados, conmovidos por fuerzas que no caben en nuestras explicaciones.
No todas las conexiones son dulces. Algunas son tensas, difíciles, ásperas. Pero incluso ahí, en el roce, hay aprendizaje. A veces te encuentras con alguien para enseñarle algo. O para que te enseñe lo que nunca pediste aprender. Y a veces ambos son solo piezas de un rompecabezas que ninguno entiende del todo.
¿Qué significa que nos sigamos encontrando? No lo sé. Tal vez no significa nada. O tal vez lo significa todo. Tal vez nuestra alma reconoce a quienes le hicieron bien… o a quienes aún le deben algo. Tal vez hay pendientes invisibles que la vida se empeña en saldar.
Lo cierto es que hay conexiones que desafían la estadística. Y que cada reencuentro, por trivial que parezca, lleva escondida una posibilidad: de cerrar un ciclo, de abrir una herida, de sanar algo que no sabíamos que seguía roto. O de simplemente recordarnos que, al final, somos menos dueños de nuestro camino de lo que creemos.
Pero seguimos cruzándonos. Una, dos, diez veces.
Y algo dentro de nosotros susurra, sin entender: “otra vez tú”.

POR MARIO FLORES PEDRAZA

Facebook
Twitter
WhatsApp

DESTACADAS