Ayer me enteré con tristeza del fallecimiento de José Francisco “Pepe” Rábago Castillo, uno de los exalcaldes más queridos de Tampico, promotor del megaproyecto de la Laguna del Carpintero hace un cuarto de siglo y personaje indispensable cuando se habla del desarrollo de la ciudad.
Fue deportista hasta sus últimos días, padre de familia que amaba a los suyos y un tampiqueño muy apreciado en todos los círculos sociales y políticos.
Don Pepe también fue diputado local y federal, senador suplente, contralor en la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y ocupó un cargo similar en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), a nivel nacional.
Antes, durante décadas y hasta poco tiempo antes de su partida física, ejerció de manera privada en su despacho contable, ubicado en el centro de la ciudad; y desde muy joven trabajó para una importante firma de la capital del país, donde se desempeñaba como auditor, área en la que se volvió experto.
Desde mediados del gobierno de Praxedis Balboa —en los años sesenta— se integró al gobierno estatal en modestos cargos, hasta ascender a contralor general en la administración de Américo Villarreal Guerra, padre del actual mandatario, con quien estableció una relación de amistad entre ambas familias.
En su larga carrera administrativa en el servicio público hay cargos como el de contralor del Ayuntamiento de Tampico, que le sirvieron para que años después, con esa experiencia, concibiera la idea de integrar una metodología que fue la base para crear la Ley de Entrega-Recepción de la Administración Pública estatal y, posteriormente, la federal, a finales de los años noventa.
Conocí a don Pepe Rábago durante su periodo como presidente municipal de Tampico, en 1999, cuando yo era columnista de negocios en un diario local y ocasionalmente lo buscaba para obtener información de primera mano sobre algunas obras de infraestructura y proyectos de inversión privada en la ciudad.
Pepe Rábago Castillo fue candidato del PRI y alcalde de Tampico de 1999 a 2001, cuando pocos pensaban que podía arrebatarle la Presidencia Municipal al PAN, partido que, con Diego Alonso Hinojosa Aguerrevere, había ganado tres años antes de manera sorpresiva y que había hecho un muy buen gobierno, aunque sin plegarse a los caprichos del entonces gobernador priista Manuel Cavazos Lerma.
Ahí es donde empieza el largo trayecto de lo que hoy vemos en su esplendor en la Laguna del Carpintero, pues desde antes de ser candidato ya tenía la idea que consolidó después y concretó como alcalde, con el apoyo de Tomás Yarrington, quien ya era gobernador.
Recuerdo bien que las críticas al megaproyecto eran feroces por parte de opositores políticos y de quienes no pensaban como él.
Al proyecto le llamaban con sorna “Rabagolandia”, en alusión a la idea de hacer de los terrenos aledaños al vaso lacustre un sitio de esparcimiento, con actividades comerciales, infraestructura turística y un enorme parque para la ciudad.
Las burlas no detuvieron las gestiones para obtener terrenos que eran de Pemex, elaborar un Plan Maestro y trabajar en todo el esquema que permitió la construcción del Espacio Cultural Metropolitano —con teatro, Museo de la Cultura Huasteca y teatro experimental—, el Centro de Convenciones y Exposiciones, el Recinto Ferial, así como pensar en otras etapas que deberían incluir un desarrollo comercial y un hotel.
El año pasado tuve la oportunidad de una larga plática con don Pepe Rábago, en la que charlamos sobre este y otros temas. Ha sido la entrevista más larga para mi canal de YouTube y una de las más emotivas. También, la única que dio sobre su vida, cuando ya estaba en el retiro político.
Generosamente me recibió en su casa, me mostró algunos de sus pasatiempos y me habló con orgullo de cada uno de sus hijos e hijas y de su esposa, doña Ofelia.
También se dio tiempo de hacer algunos tiros al tablero de basquetbol que tiene en su casa, demostrando que, a sus poco más de 80 años, conservaba no solo la lucidez, sino también la buena forma física y la habilidad para encestar. Me contó que era basquetbolista desde los ocho años de edad.
Pepe Rábago siempre vivió en la misma casa que compró con su sueldo en el servicio público; jamás tuvo guardaespaldas ni vehículos blindados, jugaba boliche los martes con sus amigos y convivía con su familia. Seguía yendo al café Elite y, ocasionalmente, practicaba el basquetbol.
En esa entrevista recordó muchas cosas: desde sus inicios como estudiante, egresado de la primera generación de la carrera de Contador Público en la naciente Facultad de Comercio y Administración de Tampico, de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, hasta su primera incursión en la política, sus primeros empleos y la relación con varios de los más importantes empresarios del sur de Tamaulipas en la segunda mitad del siglo pasado.
Como con todas las personas con quienes se relacionaba, don Pepe Rábago siempre fue muy atento y respetuoso conmigo. Conoció a mis hijos y hasta jugó un breve encuentro de tiros a la canasta en su casa con uno de ellos.
Igualmente, con Alejandro, uno de sus hijos, me une una amistad entrañable que ha trascendido el tiempo y los vaivenes de la vida desde hace un cuarto de siglo.
Ayer me enteré de su fallecimiento y no pude evitar recordar las veces que nos vimos, lo mismo en Palacio Municipal que en el café, en el súper o en cualquier lugar, siempre rodeado de gente que lo reconocía y lo saludaba con afecto.
También recordé que, 25 años después de haberlo planteado y defendido, hoy el desarrollo de la Laguna del Carpintero está más cerca del proyecto original, de aquella idea que muchos menospreciaron y de la que se burlaron, pero que con el tiempo demostró que tenía razón.
Hoy, ese espacio que alberga el Parque Metropolitano, las áreas comerciales, el Recinto Ferial, el Centro de Convenciones, el Espacio Cultural Metropolitano, el Museo de la Cultura Huasteca, el Jardín de las Artes y otras obras de infraestructura turística construidas desde entonces, son el mejor ejemplo de que sí puede haber políticos que dejen un legado tangible.
A doña Ofelia, a sus hijos e hijas y a toda su familia, mis más sinceras condolencias por esta pérdida tan dolorosa y mis oraciones para que pronto encuentren consuelo.
Por lo demás, deben sentirse orgullosos de haber tenido al esposo, padre, abuelo, hermano y amigo amable y respetuoso que fue don Pepe Rábago.
Pocos políticos dejan una imagen, una trayectoria y una vida que enorgullezcan a sus seres queridos, como lo hizo él. Que descanse en paz.
Por. Tomás Briones
abarloventotam@gmail.com




