Marco Antonio Bernal perteneció a una casta priista testigo de todas las etapas del partido que lo llevaron de la gloria al infierno, hasta prácticamente su extinción.
Fue un eterno contendiente por la gubernatura del estado aunque su falta de presencia territorial en Tamaulipas y sus confrontaciones con los poderes en turno por la fuerza que mantuvo con la Federación, le impidieron entrar en la contienda a pesar de quedar en la lista final de los ‘candidateables’.
Su paso por la política mexicana y la tamaulipeca se dio desde la etapa final del desarrollo estabilizador, la era entre crisis, la voracidad neoliberal, la alternancia del PAN, el desastre calderonistas y terminó junto a la esperanza de un futuro priista que desmoronó el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Su refugio fue también uno de sus puntos débiles. Su perpetuidad en la Cámara de Diputados y en el senado le permitieron desenvolverse en las altas esferas de la política mexicana y como parte del ‘politburó’ priista, y lo alejaron del estado al grado de conservar cierta ingenuidad sobre la complejidad de la política tamaulipeca.
Fue un crítico acérrimo de la mezquinidad en el político mexicano (y en el tamaulipeco) y pese a los cuestionamientos que surgieron ante su peculiar visión de la política mexicana, al final el tiempo le dio la razón.
La formación de Marco se dio en una etapa del priismo que exigía una rigurosa formación además de la disciplina partidista que por años pregonó el PRI a su militancia y después omitida por los nuevos cuadros de ‘mirreyes’ tricolores.
Además de las evidentes escasez de formación y obviamente de intelecto.
Los constantes tropiezos de las nuevas generaciones póstumas al salinismo abrieron la puerta al partido a una nueva forma de hacer política que aunado al terrorismo de Estado impuesto por el calderonato, la máxima universal de la política mexicana culminó en la actual ‘Ley de Herodes’.
Su jubilación y retiro de la política mexicana se dio con la llegada del obradorismo y la 4T y aunque el ex presidente conserva principios bien estipulados y heredados a la actual administración Federal, aún impera el oportunismo político que alcanzó su máxima cúspide con los calderonista, incluido el ex gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca quien no escatimó en abrirle el paso a toda la horda reynosenses que provocaron los estragos aún vigentes en el estado.
Algunos aún sobrevivientes en la 4T tamaulipeca emulando al morenismo nacional a pesar de los intentos de la presidenta Claudia Sheimbaum por erradicarlos.
Marco era un político hábil, astuto, escurridizo pero de un carácter fuerte y duro que le sumaron adversarios. La fuerza de sus manos derecha e izquierda siempre le ayudaron a lidiar con ellos.
Su muerte y probablemente las que se sumen en los años venideros marcan el fin de una era en la política mexicana y tamaulipeca previo al cambalache que actualmente impera en la caótica vida pública nacional.
Por. Pedro Alfonso García Rodríguez
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