En EXPRESO estamos indignados y condenamos las cobardes amenazas que desde las redes sociales han recibido nuestro compañero Francisco Cuéllar Cardona y su familia.
La agresión lo ha obligado a despedirse de sus lectores y sus amigos para cumplir con lo que la circunstancia exige: abandonar Ciudad Victoria para poner a salvo a sus seres queridos.
Este nuevo episodio de la crisis de inseguridad y violencia que vive la entidad nos revela una vez más lo terriblemente vulnerables que seguimos siendo los tamaulipecos y particularmente los victorenses.
Pero hay algo peor aún: vemos que con sorprendente facilidad se juega con la vida humana. En las vendettas personales o grupales, en ajustes de cuentas o en el juego criminal de fastidiar y echarle a perder la vida al prójimo, se vale de todo, desde alianzas con las fuerzas más oscuras de la sociedad, hasta el uso de sus métodos para infundir miedo y destruir.
El auge de las redes sociales, trascendental sin duda en el desarrollo político y democrático de nuestro país, también trajo consigo consecuencias perversas. Oscuros personajes han aprovechado el anonimato para erigir hogueras mediáticas capaces de destruir vidas. Es el linchamiento moderno.
Convencidos de sus bondades, en EXPRESO hemos hecho lo posible por evolucionar y convertirnos en un grupo editorial de su tiempo, pero hay algo que no cambiará nunca, aquí todos tenemos rostro, nombre y apellido y lo que se publica en nuestras páginas se sostiene con el bien más importante que atesoramos los periodistas: la credibilidad de nuestros lectores que nos favorecen día con día con su preferencia desde hace 22 años.
Precisamente por eso indigna tanto la cobardía detrás de estos ataques.
Es evidente que todos estos años de cotidiana convivencia con la violencia más atroz han tenido graves e irreparables consecuencias en la vida social de nuestro estado.
Porque la partida de la familia Cuéllar Rodríguez hay que contextualizarla en una realidad que lastima e indigna: la larga pesadilla de terror que empezó en el 2008, y de la que Paco fue una de las primeras víctimas, continúa hasta nuestros días.
La impunidad y la crónica debilidad institucional son las causas de esta crisis. Cada día el Estado sufre la pérdida de ciudadanos valiosos y comprometidos con su patria chica, que emigran ante la ola de terror y la ausencia de mecanismos que les garanticen lo más elemental que es la vida misma.
Cuéllar ya se fue, y no pasa nada. Mas ciudadanos se irán y así seguiremos, y todos los miles de tamaulipecos que se han ido continúan sin la esperanza de regresar porque el prolongado quebranto institucional no termina.
Por todos ellos elevamos nuestro reclamo.
Desconocemos el origen de la agresión a nuestro compañero. Pero sea quien sea, sin importar el motivo que lo haya llevado a dirigir una agresión de este calibre, debe ser llevado ante la justicia para pagar las consecuencias de sus actos. Esa es nuestra exigencia para la autoridad.
Paco, sobra decirlo, pero a nadie debe quedar duda: Estamos contigo.