Hace unos días, estábamos reunidos en San Pedro, Nuevo León, un grupo de comunicadores conversando sobre las ventajas que traerá la Reforma Energética en Tamaulipas, cuando de pronto uno de ellos dijo “Todo esto significará un cambio en el estilo de vida”, aunque quiso retractarse inmediatamente lo increpé argumentando que estaba en lo correcto. Desde luego que le brindé más de un ejemplo real en cómo llega afectar la presencia de los campos de explotación del gas shale a la dinámica social de esa región, sin categorizar la afectación, es un hecho que sucede en cada núcleo poblacional funcionando como el pequeño modelo en tiempo rápido de los cambios que suceden en cualquier sociedad del mundo.
Año tras años, millones de miles de vehículos han transitado por la carretera interestatal I-35, una vía que empieza en Laredo, Texas, y termina en Duluth, Minnesota, justo a unos kilómetros en la frontera de Estados Unidos con Canadá. En esa gran pista, a unos minutos pasando el punto de revisión conocido como Check Point, había una pequeña población tan tranquila que ni el paso del tiempo y ni el paso de los millones de transeúntes la trastocaron. La vida en Cotulla era por demás pasiva, en las noches solo había dos probables sonidos que podían surcar el ambiente, uno era el zumbido de los coches que con velocidad rapaz se conducen por la gran carretera ubicada a escasos dos kilómetros del centro del poblado de sus un poco más de cinco kilómetros de urbanidad a la redonda, el otro sonido eran los vientos fugaces del verano que en muchas ocasiones eran acompañados de tolvaneras y cientos de cachanillas que evocan alguna escena del cine del viejo oeste.
Todos los viernes, a unas cuadras del City Hall (Presidencia Municipal) de Cotulla en Texas, en una vieja taberna desvencijada era el punto de reunión de los lugareños ataviados con botas, pantalón de mezclilla, grandes hebillas y sombreros con las más posibles equis para fanfarronear. Estos hombres asistían al tugurio para echarse unos tragos al ritmo de la música texana y quizás hasta taconearle un poco. La noche, no tan larga por cierto, podía terminar en la cama de las dos únicas damas galantes que tenía el pueblo. Eso sí, todo el frenesí se borraba al día siguiente pues la mayoría de los cotullenses religiosamente se dedican a los menesteres de Dios. Hasta el 2010, la mayoría de los tres mil 603 habitantes eran anglosajones blancos, angloparlantes, mormones y agricultores.
Así era Cotulla apenas hace cuatro años, un pueblo en que lo más emocionante estaba en el pleito callejero de dos perros por decirlo de alguna manera pues créame estimado lector que en todas mis visitas al poblado nunca he visto tan siquiera a uno solo deambulando por las calles. Hace dos años, todo eso empezó a cambiar intempestivamente, tras haber aceptado en una junta comunitaria que llegaran las petroleras a su región, sus pobladores nunca imaginaron que tan rápido iba a cambiar todo. Los cotullenses no tenían muchos negocios, una mueblería, una tienda de abarrotes, una tienda de ropa y la cantina, por consiguiente no tenían la necesidad de contar con una Cámara de Comercio, pero hace un año tuvieron que improvisar en un camión ambulante (mobile home) la primera oficina de su Cámara de Comercio, esto porque hoy cuenta con 24 hoteles de marca, restaurantes de franquicia, centros de entretenimiento y además en septiembre iniciaron la construcción de su propio aeropuerto.
Cuentan con jocosidad que a principios de 2014 llegaron un fin de semana un grupo de damas galantes provenientes de Las Vegas, Nevada. Ese grupo de damiselas arribó con todo su glamour de primer mundo, abiertas a cualquier tipo de propuesta y obviamente dispuestas a una buena negociación para llevarse las mayores cantidades de petrodólares. Desde luego que no pasaron desapercibidas entre los más de 15 mil nuevos habitantes, convirtiéndose en el mejor entretenimiento –por lo menos esa noche- de la incipiente Cotulla. Las damiselas cotullenses se quedaron sin oportunidad para ser parte del festín, dejándolas fuera de la jugada por los petrodólares, así que en la primera oportunidad viajaron a Austin para denunciarlas sin esperar la fría respuesta que recibieron al recordarles que la prostitución no estaba permitida legalmente en Texas. Así que regresaron las cotullenses para conformarse con lo que les sobraba de las otras.
Ahora en 2014, en Cotulla conviven más de 15 mil habitantes, anglosajones blancos y negros, latinos y africanos, angloparlantes e hispanoparlantes. Así es, tal como lo supone estimado lector, ahora son minoría los mormones y los que se dedican a la agricultora. Este es el pueblo -de los muchos- que han cambiado socialmente por la presencia del gas shale. ¿Usted qué opina?
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