LONDRES, Inglaterra.- Un pequeño pueblo en Gales, rodeado de verdes paisajes y por el cual cruza un hermoso río, ha registrado en años recientes un fenómeno que ha sido objeto de estudio de especialistas: una gran ola de suicidios.
Bridgend tiene una extraña y trágica historia que pocos a la fecha han podido explicar: más de 100 suicidios de 2007 a la fecha, algo que algunos atribuyen a una secta.
Dale Crole tenía 18 años cuando se colgó en una construcción abandonada. Luego, dolido por la pérdida, su mejor amigo David Dilling de 19 años se colgó de un árbol junto a una iglesia. Días después, otro amigo de los fallecidos, Tom Davies de 20 años, alcoholizado y entristecido, decidió quitarse también colgándose de un árbol.
Entonces el pequeño pueblo comenzó a llenar los titulares en el Reino Unido: entre 2007 y 2009 se habían matado 25 personas, la mayoría jóvenes, y todos, excepto uno, colgándose.
Hasta el año pasado se habían registrado en el pueblo más de 100 suicidios entre adolescentes, incluídas muchas jovencitas. Las muertes a la fecha continúan.
Algunos familiares de las víctimas han culpado a los medios de ser parte del problema y creen que quizá sus hijos, que ya están lo suficientemente entristecidos por la pérdida de sus amigos, podrían estar siendo influenciados por la cobertura mediática.
Inclusive el tema fue objeto de amplios reportajes por parte de los principales canales de televisión.
Ellos lo ven como “una forma de terminar de sufrir y llamar la atención”, afirman, por lo que desde 2010 la policía del lugar pidió a los medios que dejaran de cubrir la ola de suicidios para intentar revertir la ola de muerte, la cual no se ha detenido.
Otra teoría es que todo está relacionado con una secta, pero de ello no se ha encontrado evidencia alguna.
Pero para algunos psicólogos, el fenómeno podría explicarse bajo el Efecto Werther, donde varios suicidios ocurren en grupo. Sin embargo, dicha teoría no explica el por qué la mayoría de los jóvenes ha decidido quitarse la vida colgándose, así fueran mujeres, y no de otra forma menos violenta, como a través de sobredosis.
El último suicido reportado en los medios fue precisamente el de una joven de 23 años que decidió colgarse.
Según estadísticas, un lugar como Bridgend debería de registrar unos seis suicidios por año.
Cambios de comportamiento
Luego de la muerte de Davies, el tercero en matarse, uno de sus amigos, Justin Beechman, de 20 años, comenzó a cambiar, afirma su madre, Elaine Beehman.
El 27 de febrero de 2010, tres años después de la muerte de sus amigos, Justin salió de su casa, tomó una soga y se colgó.
Justin fue la persona número 28 en quitarse la vida, algo que consiguió luego de “cambiar rápidamente” de comportamiento, afirma su madre.
Al pasar el tiempo, Eliane creyó que su hijo no sería también parte de la estadística, pero en sólo unas semanas, comenzó a notar que Justin cambió totalmente de personalidad.
Tuvo una operación y una noche discutimos por tonterías y subió a su cuarto y luego salió enfurecido de la casa”, dijo la mujer, en declaraciones a medios locales.
Luego regresó y lanzó el cordón de su bata de baño y dijo: “Para tu suerte se rompió”.
La mujer dijo que no creía lo que escuchaba de su hijo. “¿Realmente me dijo que intentó matarse?”.
“Voces que daban órdenes”
El joven llamó a una ambulancia y junto con su hermano mayor fue llevado a un hospital donde fue evaluado mentalmente, luego de que el joven afirmara que había escuchado “voces” en su cabeza que le pedían que hiciera “cosas malas”.
La mujer se dijo conmocionada por el hecho de que sólo cuatro horas después, lo dieron de alta en el hospital, así que no le quedó más que alertar a todos en su familia sobre el problema.
Esa noche, Justin regresó a casa, luego salió con sus amigos, a los que se les pidió que lo cuidaran y regresó alrededor de la 1 de la mañana. En su habitación lo esperaba su novia.
Pero minutos después de que entró a su habitación, entró corriendo a la habitación de su madre gritándole que había tomado su cinturón y que iba a matarse. Luego salió de la casa.
Elaine llamó a su familia, a amigos y a la policía, quienes en una carrera contra el tiempo comenzaron a buscarlo por todo el vecindario gritando su nombre.
Entonces solo recuerdo de pronto estremecerme cuando un grito tomó un tono distinto y se escuchó a un policía decir: “¡Justin! Córtalo, córtalo, córtalo””, dijo la mujer.
Justin se había colgado de un árbol no lejos del mismo árbol junto a una iglesia donde se había colgado Tom tres años antes.
Con información de Excelsior