Acaba de irse, a los 105 años de edad, un mexicano longevo y sabio: Silvio Zavala. A pocos como a él, se debe el conocimiento riguroso de la implantación de los españoles en América, de la naturaleza jurídica y política de las empresas de conquista y colonización, de las formas de trabajo, las creencias y valores y los múltiplos intereses que determinaron la forja de una nueva nación.
No fui alumno de Don Silvio, pero la relación frecuente con él durante los años de formación influyó en mis opciones de juventud. Lo conocí en los años cincuenta, cuando se desempeñaba como consejero cultural de México en Francia y representante de nuestro país ante la UNESCO. Dentro de su dilatada acción cultural le interesaban los estudios de lengua y civilización hispanoamericanas en las universidades francesas y el reclutamiento de jóvenes profesores de nuestra región para esas tareas. Su capacidad de persuasión y su afabilidad yucateca condujeron a que fuera designado Lector en la Universidad de Toulouse.
Lo reencontré cuando presidía el Colegio de México y me invitó a formar un curso sobre Gobierno y Proceso Político en México. Aunque la idea de crear esa cátedra había ya surgido en tiempos de su antecesor, Daniel Cosío Villegas, fue Don Silvio quien la concretó. Posteriormente volví a París para ocupar la consejería cultural en la embajada, donde pude percatarme de la obra formidable que Zavala había desplegado en ese cargo.
Poco después ocupé la secretaría general del IMSS bajo la conducción del Doctor Morones Prieto. Recuerdo que Don Silvio, ya designado embajador, acudió a visitarme para ofrecerme fungir en Francia como su segundo de abordo; invitación que no pude aceptar puesto que ya me había embarcado en una carrera política.
Fue Don Silvio un excepcional investigador cuyas ideas derivan del conocimiento puntual de los hechos y de sus pruebas documentales. Jamás se postuló como un historiador iluminado, pero sus interpretaciones son de gran alcance y permiten entender un tiempo definitorio en la formación de los pueblos americanos.
Zavala dedicó su tesis doctoral a los intereses particulares en la conquista de la Nueva España, probando que el aparato jurídico peninsular que se trasladó a América, tuvo que adaptarse a los intereses particulares y a las capacidades empresariales que condujeron a los españoles a participar en el descubrimiento, la conquista y la colonización.
Estableció un cambio de paradigma con respecto a la idea de que España avanzó por sucesivas decisiones y reales cédulas de la Corona omnipotente. Demostró que la conquista fue llevada a cabo no sólo por la voluntad de los monarcas o por encarnaciones mágicas, sino por la libre actuación de las personas en un marco de interacción, que no excluía la preeminencia de las normas no escritas.
Una de las cuestiones más discutidas, sobre todo después de la “experiencia antillana” que condujo a la despoblación, fue la idea de una explotación relativamente moderada de los indios y de formas de convivencia entre naturales y españoles que desembocaron en el mestizaje. Zavala dedicó gran parte de sus obras al estudio de las formas del trabajo en la Nueva España cuyas fuentes principales fueron la encomienda indiana, la mita minera y los esclavos indios, que evolucionaron al paso del tiempo.
En la Filosofía política de la conquista de América destaca la superposición entre conceptos más modernos de las relaciones sociales propios del pensamiento renacentista y el enorme bagaje medieval de los conquistadores. Desde esta perspectiva la conquista indiana se asimilaba a la ampliación del orbe cristiano y a la lucha contra los sarracenos. En su obra se refleja un mundo complejo en el que se mezclan, con el trasfondo de una batalla histórica de la cristiandad contra los infieles, los apetitos y costumbres de los peninsulares en contacto con realidades diversas, que ofrecían nuevos desafíos y provechos.
Quien quiera conocer las relaciones entre el derecho, el poder y las ambiciones personales a lo largo de nuestra historia tendrá que volver una y otra vez a los trabajos indispensables de Silvio Zavala.