Un lápiz, una tinta, sobre el blanco del papel puede conmover al mundo. Los grabados de José Guadalupe Posada fueron dagas candentes sobre las cabezas de los tiranos. Rius, el magnífico cartonista mexicano, en su momento nos brindó las mejores imágenes sobre los tiranos, los corruptos y los autoristas presidentes, como el sanguinario Gustavo Díaz Ordaz, a quien le dedicó ácidas caricaturas, una de éstas, formidable, sobre «Los mandamientos del Presidente Díaz Ordaz», en la Revista Política, que le costó el despido, el despojo más tarde de su revista «Los Supermachos» y el asedio constante de los esbirros presidenciales.
Lo dibujó con investidura de cura, señalando en su tabla los «mandamientos».
Esa terrible crítica al autoritarismo presidencial le ganó un prestigio universal como cartonista y revistas animadas.
Los franceses poseen un filón de oro en la sátira . Extraordinarios cartones que hicieron reír y enfurecer a los caudillos, tiranos y reyes. Algunos de nuestros cartonistas son muy cercanos a la caricatura francesa, y contamos con excelentes artistas como Rogelio Naranjo, por citar un nombre. La ironía, la sátira, tal vez no destruye a una tiranía pero la conmueve. Los cartonistas de la Revista Charlie Hebdo, pertenecen a esa casta de artistas que descargan su delicioso veneno sobre tiranías y tiranos. El costo es muy alto ante su valentía, fueron asesinados por lobos disfrazados de Islamistas para vengar la afrenta a Mahoma. Extremistas de la locura en un mundo de invernadero donde ahora todo es posible por la reivindicación de la patria, la cultura, la religión, el salvajismo institucional, locuras de ayer trasladadas al siglo XXI. Ciertamente como dice Gabriel Celaya, el poeta español, «el arte no destruye tiranías», y agrego, sí las conmueve. Como dice Umberto Eco; «El mundo enfrenta una nueva guerra y el movimiento extremista del Estado Islámico».
El lápiz, el ácido lápiz de los dibujantes franceses es un testimonio latente de los caminos excitantes del arte en los seres humanos.




