SAN JOSÉ, Costa Rica.- Hartos de los escándalos de corrupción en las altas esferas del Gobierno, los costarricenses depositaron su confianza en un profesor universitario que prometió dar un cambio de dirección sin precedentes.
“De todo nos han acusado, menos de haber tenido corrupción, en estos nueve meses”, afirma en entrevista Luis Guillermo Solís, Presidente de Costa Rica.
La apuesta de Costa Rica por un Gobierno de corte ciudadano se suma a la ola de movimientos sociales alrededor del mundo que buscan terminar con la hegemonía de los partidos políticos tradicionales y replantear las relaciones entre gobernantes y gobernados por la vía de las urnas.
“Mi triunfo es el triunfo de lo nuevo frente a lo viejo, de la esperanza frente a la desilusión, de la expectativa de cambio frente a la ansiedad por salir del lugar en donde estábamos”, señala Solís, de 56 años.
A una semana de la elección, las encuestas ubicaban a Solís, el primero en 65 años que no pertenece a los dos partidos que tradicionalmente se alternaban en la Presidencia, en el cuarto lugar.
Sin experiencia previa en ningún otro puesto de elección popular, fue eventualmente el candidato más exitoso en la historia de Costa Rica.
Poco antes de cumplir su primer año de gobierno, Solís destacó que las lecciones más importantes hasta el momento tenían que ver con una convicción por hacer las cosas de forma distinta a como se venían haciendo y por continuar el proyecto que encabezó en las urnas, aunque reconoció que si bien es muy fácil hablar de cambio, es muy difícil hacerlo.
Cuestionado sobre los escándalos de corrupción recientes en México y en otros países latinoamericanos, el Mandatario dijo que el problema en América Latina no es tanto con la corrupción, a la que calificó como un mal universal, sino con la impunidad y la debilidad institucional.
Descartó que existieran Estados fallidos en la región, pero sostuvo que obtener beneficios personales de cargos públicos se hace más preocupante ante regímenes judiciales vulnerables a las presiones políticas y en algunos países presiones del crimen organizado.
“Latinoamérica todavía tiene regímenes judiciales vulnerables a este tipo de presiones y la estructura que sostiene el Estado de derecho es muy frágil”, advirtió el Mandatario tico.
Sobre el combate al narcotráfico, rechazó las propuestas para legalizar el uso de la mariguana, pero instó a sus contrapartes implicadas en la ruta de la droga hacia Estados Unidos a crear una agencia subregional antidroga y a intensificar el intercambio de información entre los países centroamericanos, Colombia, México y República Dominicana.
“Ya no sólo somos el pasaje de la droga que se traslada de sur a norte, somos víctimas de ese tráfico”, enfatizó.
En respuesta a las críticas que ha recibido, insistió en que fue electo por 4 años y no por nueve meses, aunque admitió que las transformaciones que prometió no han sucedido “con la rapidez que quisiéramos”.
Este asunto no es trivial, ya que muchos costarricenses se han mostrado impacientes por la ausencia de cambios tangibles durante su Administración.
Pero Solís desestimó que la imposibilidad de acelerar su programa de Gobierno se deba únicamente a su falta de respaldo en la Asamblea Nacional, ya que el oficialista Partido Acción Ciudadana sólo cuenta con 13 de las 57 curules totales.
El Mandatario atribuyó más bien estos rezagos a “los blindajes y a los amarres políticos” de sus predecesores, que le legaron un “Estado hiperatrofiado” y “malas prácticas enquistadas en la administración pública” a niveles inimaginables a los ojos de la opinión pública.
Por último, el Mandatario reveló que no aspiraría a un segundo periodo y que su mayor anhelo sería ser recordado como “un Presidente honrado”, que cumplió con su palabra de hacer de Costa Rica una economía más próspera, una sociedad más justa y con un Gobierno más transparente.