Baltazar Hinojosa Ochoa es un hombre afortunado. Y en forma paradójica, también desafortunado.
La contradicción se deriva del laberinto en que hoy se mueve quien ya fue alcalde, diputado federal y funcionario estatal. Y para entenderlo, hay que tratar de analizar los dos mundos en que le toca vivir a este personaje en el proceso electoral que vive el país y por ende, Tamaulipas.
Baltazar será sin duda, gracias a su posición en las listas de aspirantes plurinominales, poseedor temporal una vez más, de una curul en el Congreso de la Unión con el apoyo de su partido, el PRI. No tendrá que invertir un peso para lograrlo, no está obligado a buscar votos ni le quita el sueño si los adversarios de su causa política pueden ganar en las urnas. Tiene un destino manifiesto en la Cámara Baja.
Precisamente por eso, se le puede considerar sin duda alguna, un hombre afortunado.
¿Y por qué también lo contrario?
Porque en virtud de la gracia que le fue concedida, seguramente por su trayectoria y necesidad para su partido de sus buenos oficios parlamentarios, se ha convertido también en el más rechazado –en algunos casos hasta odiado– por sus compañeros de establo que tienen necesidad de hacer proselitismo para ser inquilinos del Palacio Legislativo federal.
La explicación muchos la conocen.
En una aparente señal de solidaridad partidista, Baltazar ha ofrecido a sus correligionarios políticos respaldarlos en sus respectivas campañas, con intervenciones directas en sus actos. “Para hablar bien de ellos y de ellas”, de acuerdo a esa oferta.
Pero los candidatos priístas a diputados federales de mayoría relativa lo ven de otra manera.
En la visión de quienes dan calor en su corazón a inquietudes con cuna en el 2016, Hinojosa Ochoa lo que busca es montarse en escenarios prestados para llevar a cabo una especie de precampaña a lo largo y ancho del Estado. Bien mirado –o mal mirado– tienen razón. La escenografía y coreografía electoral de este año es un escaparate dorado para cualquier aspirante a la madre de todos los comicios estatales. Y no están dispuestos a servirle la mesa.
Hoy, Baltazar Hinojosa cabalga casi solo en el escenario político de Tamaulipas. Todos lo respetan y quizás hasta le temen, pero nadie de los otros aspirantes quiere agregarle ni una sola medalla más al matamorense y peor aún: han creado un cerco que lo mantiene alejado de por lo menos cuatro de los candidatos.
En esos dos mundos opuestos en que debe moverse Baltazar, lo más conveniente para él, me atrevo a opinar, es arriar temporalmente banderas y ubicarse en un perfil bajo. Tiene que entenderlo: nadie de sus colegas le va a dar la bienvenida que él esperaba.
Y júrelo: no perderán la oportunidad de hacerlo ver como un practicante del oportunismo…
UNA LECCIÓN
Un apartado de la declaración de Monte Alejandro Rubido, titular de la Comisión Nacional de Seguridad, sobre los hechos violentos en Reynosa, es aleccionador para quienes no creen en el esfuerzo que hace el Estado en ese renglón:
Textual: “Es importante destacar que para contener y repeler la agresión por parte de los delincuentes, las fuerzas federales contaron con el apoyo de las corporaciones de seguridad del estado de Tamaulipas”.
Después de oír o leer eso, sobran comentarios…
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