La reforma de la Constitución para que el Distrito Federal ahora se denomine Ciudad de México ya la aprobó el Senado de la República. Será un nuevo tipo de entidad federativa diferente a la de estado y tendrá Constitución propia en lugar de un Estatuto aprobado por el Congreso de la Unión. La nueva Constitución la aprobará una asamblea constituyente, y la actual Asamblea Legislativa será la Legislatura de la Ciudad de México. Las delegaciones se transformarán en demarcaciones territoriales o alcaldías encabezadas por alcaldes, los cuales tendrán como contrapeso un Concejo. Para que esta reforma sea realidad, falta aún que la Cámara de Diputados federal la apruebe, y posteriormente más de la mitad más uno de las Legislaturas estatales le den el sí.
Sin embargo, ¿qué significa esta reforma plasmada en un dictamen de 475 páginas para la vida de los ciudadanos? ¿Dará esta nueva organización política para que la integridad física y el patrimonio de los ciudadanos goce de mayor seguridad? ¿Dota a la ciudad de México con mejores instrumentos para que las futuras alcaldías nos presten mejores servicios públicos, exista un transporte público a la altura de una de las principales capitales de un país de la OCDE? Por el hecho de que el DF sea ahora Ciudad de México, ¿atraerá más inversión para la apertura y expansión de nuevos negocios? ¿Disminuirá la corrupción con el uso de suelo y otorgamiento de permisos y licencias?
Entre lo bueno destaca que por primera vez se incorpora a la Constitución la palabra ciudad, lo cual es positivo. Todos los estados del país tienen ciudades, pero no se les da ese rango, son municipios. Son las ciudades espacios urbanos ordenados, los que permiten albergar una mayor densidad de población, la cual a su vez da pie a aprovechar economías de escala en la prestación de servicios públicos. Además, facilita el intercambio de bienes, servicios e ideas. Es en ciudades donde vive la mayoría de los mexicanos. Y territorialmente hablando, la buena organización y conexión entre ciudades es la que acaba dándole competitividad a un país. También algo muy bueno de esta reforma es considerar que los futuros alcaldes cuenten con el contrapeso de Concejos, pues ahora los delegados ejercen sus facultades sin rendir cuentas a nadie. Actúan y construyen proyectos lejos de las necesidades auténticas de los ciudadanos.
No obstante esta bondad, lo malo y lo feo se llevan la mayor parte. Para empezar es una propuesta dedicada a la clase política. Hasta el momento, los presidentes de la República, desde Zedillo hasta Peña Nieto, han sido respetuosos de las propuestas que los jefes de Gobierno han hecho sobre sus procuradores y secretarios de Seguridad Pública. No queda claro cómo con esta reforma, la cual crea nuevos puestos para políticos, las clientelas de gremios y las que han cultivado los delegados dejen de acaparar privilegios.
Con esta reforma se pierde la oportunidad para crear un nuevo orden de gobierno con un sentido de proporcionar mejores servicios públicos. La nueva figura de Ciudad de México quiere ser ciudad, pero al tener alcaldes electos se diluye nuevamente la responsabilidad. ¿Por qué no haber propuesto en lugar de delegados, city managers designados por el jefe de Gobierno, sujetos a rendir cuentas a los nuevos concejales? Las ciudades de Nueva York, Londres o París, que con toda proporción guardada debiéramos tomar como referencia, no administran como lo plantea el nuevo modelo de organización política para la Ciudad de México.
Simplemente no hay que inventar el hilo negro, pero lo que sí hay que hacer es empezar por reconocer que la ciudad de México es la economía regional más grande de México (17.1% del PIB), pero que crece poco, y que mientras no se transforme la tasa de crecimiento económico de México será baja. Dos hechos: uno, el DF es la entidad federativa peor evaluada por Doing Business 2014, lo que significa que para la apertura de una empresa, obtención de permisos de construcción, registro de la propiedad y cumplimiento de contratos es una verdadera pesadilla. El Índice de Transparencia Mexicana, que mide percepción de corrupción y buen gobierno deja también al DF como la entidad más corrupta.
Si por cambiar nombres hay gobiernos honestos, eficientes y eficaces, ¿qué estamos esperando?
Twitter: @jchavezpresa