El cierre de la jornada electoral de ayer domingo dejó, en mi opinión, algunas lecciones que gobernados y gobernantes deberíamos aprender.
Conforme a las encuestas de salida –falta conocer el resultado oficial– el Partido Revolucionario Institucional obtuvo el triunfo o por lo menos se enfilaba a él, en los ocho distritos electorales del ámbito federal que contiene Tamaulipas. Los días siguientes dirán si ese balance es verídico.
Este resultado, de confirmarse, exhibe mitos y verdades tejidos en el escenario político actual. Por un lado –el de los mitos– muestra la inutilidad de algunas prácticas usuales en esos terrenos y por otro –las verdades– da cuenta de que la percepción real de los ciudadanos sobre los sucesos a su alrededor está muy alejada de la que nos venden sesudos analistas sociales y renombrados politólogos de escritorio.
Si me permite, empezaré con los mitos.
Aun cuando atraiga sobre mí una cauda de críticas y tal vez hasta de insultos, me parece que este balance electoral desnuda de manera casi obscena la muy escasa influencia que poseen en el ánimo de los votantes las redes sociales.
¿Por qué?
Bueno, lo que se ve no se juzga, asienta un viejo refrán.
Como nunca antes, en esos medios de comunicación han proliferado las ofensas, señalamientos, acusaciones y vulgares pitorreos contra todo orden de autoridad priísta. Desde el Presidente de la República hasta el último alcalde emanado de ese partido probaron obligadamente y lo siguen haciendo, el sabor amargo de comentarios negativos, hirientes burlas y hasta recordatorios maternales, publicados por –disculpe los barbarismos– “feisbuqueros” y “tuiteros”. Todo, con el claro objetivo de desprestigiar a esas figuras y a sus administraciones, para restarle votos a la mencionada casa política.
¡Vaya decepción para esas redes y sus simpatizantes!
Parece claro. Toda esa marejada ofensiva, pocas veces crítica objetiva, no hizo mella en los ciudadanos. Estos fueron a las urnas y decidieron dar un nuevo voto de confianza al PRI. Para decirlo en lenguaje coloquial, les valió “wilson” esa ola de ataques cibernéticos y con esa actitud dejaron sobre la mesa una evidencia: No confían en esas redes. Sus razones tendrán.
¿Y las verdades?
A querer o no, este resultado reivindica en forma inesperada el papel de las encuestas, tan deslegitimadas en los últimos años y de las cuales, lo confieso, su servidor ha sido sistemáticamente escéptico.
Días antes, dentro del plazo legal, el Revolucionario Institucional manejó una serie de sondeos en donde se mostraba el dominio de sus candidatos en las preferencias de voto. Pocos les dieron credibilidad en su momento, pero los hechos demuestran que las empresas responsables de los mismos tenían razón. Punto a favor de esos ejercicios.
Para terminar, otra realidad que en forma paradójica parte de un mito. Me refiero a la supuesta sapiencia de genios de la política que piensan que la verdad sólo se escribe en sus líneas. Fue mayúsculo el frentazo que se dieron muchos “expertos” en cuanto al conocimiento de la opinión auténtica de los ciudadanos sobre el trabajo de su Presidente, de su Gobernador y de su Alcalde. El multicitado y pronosticado “voto de castigo” prácticamente no apareció y en su lugar quedó demostrado que la sociedad tamaulipeca reconoce el trabajo de quienes gobiernan.
Los votos hablan así o por lo menos es lo que arrojaron los resultados preliminares.
Y la dolorosa verdad entonces, es que en materia de sicología social muchos todavía estamos en pañales…
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