La riqueza de historias en la sección amarilla de los periódicos.
Para un escritor de imágenes, para un investigador social, para un cineasta furtivo, la seccion amarilla ofrece un rico material para hacer la historia o la película del día. Los titulares de los reportajes son estupendos y provocan en el buen lector risas e ironías de la vida cotidiana. La señora que se pasó el alto y fue a darse un trancazo en la banqueta, el viejo briago que casi se mata, los jóvenes bien pedernales que escapan de la muerte, el albañil que juguetea con un cable de alta tensión y casi cuelga los tenis. Las mujeres que se lían a golpes por un bato «guevón», los maricas que se arañan por la disputa del galán, la chica que se fugó, los asaltos, la mujer herida por causa de un descuido de su consorte, los niños que de milagro se salvaron porque el padre iba hasta las manitas, la mujer que pilla a su marido con el segundo frente, el hombre que le da de moquetazos a su compañera por infiel, el viejo atropellado por una dama al celular, el pordiosero que casi lo matan, el aplastado con todo y virula y casi se acerca a la muerte, la Cruz Roja que no cesa de trabajar todo el día y toda la noche, los rijosos que van a dar al 2 Zaragoza, las mentadas de madre con el claxon, las palabras peladas, los léperos de banqueta y de cantina, la putería discreta del Mercado Argüelles, el hombre que muere arriba del guayabo y es abandonado por su musa, los coqueteos que cuestan una cachetada, la sirvienta que se fue con el mandado, los chavos de secundaria que se echaron la torta tempranera, los drogadictos, las casas de cambio abusivas, los pordioseros, los padrotes que rondan las esquinas a ver qué les cae. Las noticias amarillas son pródigas de imaginación, son el retrato de la lucha eterna de la calle, la sobrevivencia de quienes toman la vida alegre, o los que sin suerte los atrapa la muerte. La sección amarilla es también una diversión, un escaparate de vivencias urbanas.