Hace días, un hombre fuera de sí. No sé que quiera decir un “hombre fuera de sí”. Porque imagino que existen “hombre fuera de no”, tuvo la ocurrencia fatal de escapar de un accidente contra unos viandantes taqueros, o sea los que comen en la vía pública, de llevárselos de corbata y no conforme, se fue contra el sagrado Panteón del Cero Morelos, donde descansa para siempre el general brigadier tampiqueño, de cuyo nombre no puedo acordarme pero si la tumba de 1894.
Y es que el sucedido, se llevó entre las patas y llantas otras tumbas en forma alevosa y babosa dejando una estela de mármol de Carrera en su camino, y el malvado chafirete, causó daños a nuestro patrimonio histórico.
No sé como va a pagar el incauto, pero lo cierto que es un daño al patrimonio artístico y cultural de Tamaulipas.
Si se le multa, no paga, si repara no puede. No queda más que embotellarlo por unos días con todo y chivas porque el daño causado es doloso y afrentoso por baboso.
Hay que recordar al corsario que hace algunos años convertido en Atila de bolsillo destruyó las estatuas de la Plaza de los Niños Héroes, y según se dice perteneciente a un clan familiar de gratas influencias y la ley se la pasó por el Arco del Triunfo, o sea por sus güevos.
Hay otros pelafustanes que cometen delitos patrimoniales ya sea en edificios públicos presuntamente protegidos por el INAH y han hecho cera y pabilo de nuestras pocas joyas arquitectónicas. Total que las leyes se las pasan por los tenates y queda entre cuates su aplicación.
Lo del Panteón del Cero Morelos, del aterrizaje en las tumbas gloriosas es y debe merecer un justo castigo el bribón panteonero.