La obtención del boleto a la liguilla para Correcaminos es un tema que para algunos es motivo de felicidad, para otros tema de discusión y no me queda duda, para otros motivo de molestia.
Ni más ni menos raza, decida usted a qué grupo pertenece pues le soy sincero, yo aún no decido pa’ donde correr.
Y es que tal vez eso de molestia puede sonar exagerado, pero no me va a dejar usted mentir cuando le recuerde todos esos partidos perdidos en casa en los que usted gritó bastante encabronado desde la tribuna la falta de idea, la fallida estrategia sumada a la apatía de Treviño en el banquillo y en ocasiones la poca actitud que se vio en ciertas líneas.
Hay quienes podrían haber deseado que el equipo ni hubiera calificado, porque como lo comentábamos en redes sociales el mismo sábado, nada más falta que por haber calificado, ya se garantice la permanencia de Treviño al frente del Corre, aún y con todas las dudas que nos generó durante 15 jornadas su filosofía de juego.
El tema de la discusión entra casi en el mismo plano, si merecía o no, hay quien dice que no es que mereciera, ni mucho menos que Oaxaca le diera el pase a Correcaminos, o el Celaya por haber sacado el empate en el sur del país, sino que los naranjas sí pudieron lo que Oaxaca no alcanzó.
Cuestión de percepciones, tal vez.
Y sin duda está el otro grupo, el de los felices, los más fieles, esos mil 200 aficionados que ni la lluvia, el frío, el calor, los truenos, ni las balas los ahuyentaron del Marte R. Gómez en su peor crisis en cuanto a la asistencia de aficionados refiere.
Lógicamente la felicidad impera en el entorno del equipo, bueno, para quienes en realidad están metidos en el proyecto, pues creo que a algunos les agarró la calificación vacacionando.
Justo o no, lo que si es que la liguilla viene a darle un entorno distinto al diario vivir del victorense que se ve sumergido entre cuestiones negativas. Correcaminos debería ser bien consciente de eso, Pepe Treviño y sus jugadores de lo que el equipo puede representar de conseguir el éxito, la gente de Victoria desea tener algo que festejar, un motivo de felicidad y ellos se lo pueden dar.
Ahora la responsabilidad crece exponencialmente debido a que un fracaso a estas alturas se acentúa todavía más y resulta contraproducente para la imagen e historia del club, así como para la percepción del aficionado… ¡suerte!.




