Unos días después de que Trump asumió la presidencia, Irán decidió efectuar una prueba con un misil balístico, prueba que generó enorme enojo en Washington porque se sabía que Irán estaba buscando tentar el terreno ante lo que evidentemente será una nueva fase en sus relaciones con EU.
Washington respondió incrementando sanciones económicas contra Irán. Rusia en cambio, está aumentando su colaboración militar con Teherán, colaboración que ya había sido calendarizada antes, pero que justo estos días fue ampliamente publicitada. Esta serie de elementos ya empieza a apuntar hacia lo que podríamos ver desarrollarse en los próximos meses a raíz del arribo de Trump a la presidencia. Algunos ejemplos:
En primer término, es evidente un endurecimiento de la política de Washington hacia Teherán. Trump ha manifestado que el acuerdo nuclear firmado con Teherán es un pésimo acuerdo y que su administración podría revisarlo o cancelarlo. Sin embargo, para presionar a Irán, Washington solía contar con el respaldo tanto de Europa como de Rusia y China. Hoy, sin embargo, las cosas son distintas. China se encuentra en un momento de alta tensión con EU, y tampoco es claro que Europa esté dispuesta a reanudar sus sanciones contra Irán.
Rusia, por su parte, va a seguir velando por sus propios intereses, muy al margen de la relación personal de Trump o del secretario de Estado, Tillerson, con Putin. Parte de las estrategias del Kremlin incluyen contener y limitar la capacidad de influencia de Washington en Medio Oriente, cosa que la nueva situación en Siria ha venido favoreciendo. El robusto despliegue militar directo de Moscú en Siria no sólo consigue relegar a EU a un segundo plano, sino que termina por fortalecer al presidente sirio, el mayor aliado de Irán en la zona. La llegada de Trump a la presidencia, con su alta belicosidad hacia Teherán, no hace sino reforzar el acercamiento de los ayatolas con Rusia.
A estos elementos hay que añadir el distanciamiento que ya se había venido mostrando entre Turquía y la Casa Blanca en tiempos de Obama. Ankara ha culpado públicamente a Washington de haber estado detrás del golpe militar fallido de 2016, lo que ha resultado en que, a pesar de sus enormes diferencias con el Kremlin, Turquía decide re aproximarse a Moscú y efectuar concesiones en sus posturas originales sobre Siria. Por si fuera poco, al emitir su orden ejecutiva anti-inmigratoria, Trump incluye a Irak entre los países vetados, con lo que, de paso, golpea a un gobierno que se encuentra sitiado entre la influencia de Irán y la de Washington, pero que ahora recibe toda clase de presiones para reacomodar sus lealtades.
Como vemos, Trump ha abierto numerosos frentes al mismo tiempo, unos internos y otros externos.
Sus movimientos externos están llevando a distintos países a posicionarse en su contra, incluso bajo el riesgo de acomodar intereses que en otras circunstancias serían difíciles de empatar. Dentro de estos esquemas, podemos ya observar cómo es que países que se sienten amenazados por la Casa Blanca forman frentes comunes con Putin, un viejo lobo de mar que en ciertos momentos ha sido confundido como un actor pro-Trump, cuando en realidad es pro-Rusia y aprovechará cada oportunidad para dejarlo claro. ¿Cómo va a hacer Trump para pelear tantos frentes al mismo tiempo?
Por lo pronto, su mensaje ha sido que, para ello, le sobra energía. La cuestión estará en evaluar si es que esa energía podría agotarse, o qué va a pasar con su base de apoyo cuando sea evidente que algunas de sus batallas, internas o externas, se empiecen a perder.
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