El desafío de quienes están elaborando “el plan de ruta” que representa el Plan Estatal de Desarrollo 2016-22 para alcanzar la “Paz y Prosperidad” en Tamaulipas, es poder descifrar la clave de las motivaciones más profundas y fuertes de la juventud, ya que en ellos anidan las principales causas y fuerzas de la problemática de la inseguridad actual, pero también en los jóvenes estarán fundadas las mejores soluciones, de ahí la importancia de las grandes decisiones de políticas educativas y programas de atención a los jóvenes que se están definiendo en éstos días de la planeación “ciudadana” del futuro de Tamaulipas.
El Plan de Desarrollo es una herramienta legal para indicar lo que queremos lograr los ciudadanos y los gobiernos, que supere el estado de incertidumbre y desconfianza generalizada que prevalece en la actualidad y dar un salto cualitativo hacia un nuevo horizonte del desarrollo con bienestar que surja de una sociedad basada en el conocimiento, en la ética humanista y en el respeto a la Ley.
Si pudiéramos detenernos por un momento para imaginar lo que pueden observar quienes se están incorporando a la prepa o en el mejor de los casos, en estudios universitarios o en un tecnológico superior; sobre todo en el contexto actual de México y Norteamérica, y en una entidad como Tamaulipas con una intensa relación fronteriza. Seguramente tomaríamos conciencia de que la juventud tiene ante sí una perspectiva deslumbrada por la incertidumbre y la inseguridad… donde lo mejor o lo peor puede suceder y en gran medida dependerá de la calidad de la educación y formación profesional que el gobierno le brinde.
Desafíos insospechados le esperan a quienes están decidiendo ¿qué estudiar o qué oficio o profesión ejercer?, cuando viven en un ambiente interno y externo amenazador y violento; en un ecosistema social caracterizado por cambios constantes en las tecnologías, en los conocimientos y competencias, de acuerdo con las tendencias del mercado; los jóvenes tendrán que acostumbrarse a vivir bajo reglas del juego que cambian a cada ronda y sin previo aviso. Con la automatización acelerada de líneas completas de ensamble que remplazan la “mano de obra” y con la incorporación de sistemas de control y sensores que ocupan el lugar de los supervisores y técnicos. Cada vez son más los puesto que son sustituidos por equipos inteligentes de alta precisión que interactúa entre sí. Basta observar el creciente desempleo de jóvenes en los países más desarrollados o datos como los de la empresa China que elabora los “I Phone”, la cual acaba de cambiar 60 mil empleados por un sistema automatizado.
La juventud vivirá entre la inestabilidad de cada crisis recurrente y la constante exigencia de actualización técnica y profesional, transitarán por la vida profesional a través de la sinuosa ruta que habrán de recorrer a toda velocidad para llegar a un destino que no logran identificarse en el turbio paisaje de los próximos cuatro años. Después podrá haber mejores condiciones, es cuestión de optimismo, de tener fe y esperanza en que al final del túnel actual puedan salir y tener éxito, superando los desafíos que complican el futuro cercano. Si esto se logra, será gracias a los movimientos sociales independientes, sustentados en valores humanistas e impulsados por las tendencias de una sociedad basada en el conocimiento y en la responsabilidad ambiental.
Pero ¿Cuál es el punto de partida? Los jóvenes de más de quince años forman una generación globalizada a través de las redes sociales, donde hay escenas o canciones compartidas por más de mil millones de personas, en su gran mayoría jóvenes. Sin embargo, los estudiantes mexicanos en promedio se ubican entre los 14 países más atrasados en ciencias y matemáticas que estudia la prueba PISA de 72 países que participan y solo el 0.03 de los mexicanos alcanza niveles de excelencia; en los análisis comparativos estamos en los mismos niveles de hace doce años, además de que el 26 % de los estudiantes faltó a clases en las dos semanas previas al examen, lo que condiciona un bajo resultado y demuestra un nivel bajo de responsabilidad.
Por otra parte, los estudiantes mexicanos están entre los de mayor desventaja económica y entre los que más padecen situaciones de violencia y de consumo de alcohol y drogas, lo que impacta negativamente su rendimiento y esperanzas de concluir sus estudios, lo cual se muestra en los altísimos niveles de abandono escolar en el nivel medio superior. El promedio de deserción en México es de 13 % anual, y 12% en Tamaulipas, acumulándose en casi un 40% en los tres años de estudio, lo que en números fríos y absolutos para Tamaulipas puede estimarse alrededor de 15 mil estudiantes por año que interrumpen su bachillerato. (la mitad de los que se incorporan al mercado laboral).
Para los que abandonan la escuela, su problemática ocupacional se complica más, oscilando entre la informalidad, la migración forzada y la delincuencia. Por su parte, los egresados de educación superior verán muy pocos puestos de trabajo disponibles para tanto buscador de empleo, lo que lo hace un segmento muy vulnerable al subempleo con baja retribución y en actividades ajenas a su carrera y nivel de estudios.
El sector industrial del país no ha creado suficientes empleos desde el 2001 al 2015 a pesar de las bondades que se dicen del TLC, la cifra de asegurados en el IMSS en éste sector está estancada, si bien las cosas han mejorado algo desde el 2015, ha sido insuficiente ante más de un millón de buscadores de empleo que se incorporan cada año al mercado laboral.
El Plan de Desarrollo requiere enfocarse a mejorar radicalmente la educación y atraer inversiones que generen empleos de calidad, lo que implicará de manera simultánea reducir la incertidumbre actual, la falta de seguridad y recuperar la confianza en el gobierno y en las instituciones, asegurando oportunidades de un trabajo decente y una vida digna a los jóvenes.
Están autorizados más de 16 mil 356 millones de pesos al año para la educación en Tamaulipas, y hay más aportaciones federales y participación de los particulares, no pueden decir que no hay dinero, hay, en números redondos, 80 millones para cada día de clases. Y 16 mil pesos para cada estudiante. Y hay un Artículo 3º en la constitución que nos indica cómo debe ser. ¿usted qué haría con esa cantidad?
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