El 4 de marzo del 2014, en el 85 aniversario del PRI, un festivo Rafael González Benavides declamaba con la piel enrojecida, el clásico discurso apologista dedicado a su jefe, el Gobernador:
“Hemos dejado claro que, tenemos deseos de gobernar, y tenemos ganas de hacer lo que sea necesario, para transformar a México. Con liderazgo, nuestro Gobernador, el ingeniero Egidio Torre Cantú, ha llevado a cabo labores en beneficio de nuestro estado”.
Hoy, después de tres años, de aquella escena de panegíricos exacerbados, solo queda un edificio del PRI casi en ruinas, un puñado de urracas cagonas, y un silencio sepulcral.
El personaje del mostacho y la mirada revuelta, ya no se acuerda de los tamaulipecos, ni siquiera del magnicidio de su hermano Rodolfo.
De la falacia del Tamaulipas Fuerte, Egidio se refugió en el mundo que verdaderamente le fascina: el glamour del Súper Bowl y el shopping de las tiendas departamentales.
Para el priísmo tamaulipeco se trata de dos realidades opuestas, lastimosamente contrastantes: por un lado un partido en banca rota, reducido a la mendicidad económica. Y en el otro extremo, la visión de la opulencia monárquica de un egidismo, cuyos socios y compadrazgos, hoy se encuentran convertidos en opulentos y acaudalados empresarios: apellidos ilustres como los Serna, los Manolos Rodríguez, y los cristobalitos, que peros les pone?
¿Podrá alguien ajustarle cuentas a ese priismo prófugo, confeccionado de nuevos ricos?
Por lo pronto, si usted busca saber acerca del PRI tamaulipeco, no lo busque en el boulevard victorense, porque ahí solo encontrará un paraje lastimero, de oficinas desoladas y estatuas expuestas a la burla de la justicia. El PRI que construyó Egidio, búsquelo en San Pedro Garza García.
La nueva cloaca de PEMEX
El petróleo, siempre ha suscitado los más rabiosos pleitos: los hubo en los tiempos de bonanza, tanto en el terreno administrativo, como en el sindical. Encarcelamientos como el de Jorge Díaz Serrano, en 1982, desaforado por Miguel de la Madrid, después de que le había disputado la candidatura presidencial; o la detención de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, en 1989, por órdenes del Presidente Carlos Salinas.
Aquellas guerras fueron PRI contra PRI. Sin embargo, hoy, las disputas y balconeos, se dan en el espinoso jardín de la tecnocracia prianista. Los gemelos azules y tricolores, siguen generando fuego amigo, en plena agonía de PEMEX. Les comparto la siguiente historia:
Los equipos de José Antonio González Anaya y de su antecesor Emilio Lozoya, libran una sorda guerra de intereses, no exenta de escándalos, que podrían desembocar en posibles escarmientos penales. Aunque en este caso, los lozoyistas llevan la de perder, pues tienen en su contra
al poderoso Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso.
En medio de este escenario de cuellos blancos y alfombras impecables, se encuentra un hombre clave, cuyo nombre es Carlos Alberto Treviño Medina. Se trata de un personaje de la tecnocracia prianista, que ha colaborado tanto en el PEMEX del PAN, como en el del PRI, pero que su corazón es azul intenso.
La guerra entre Treviño Medina y Lozoya es encarnizada.
El tema adquirió ayer, sorprendente actualidad, en la columna de Carlos Loret de Mola, cuyo título es: “Un nombre. Solo un nombre”.
El columnista dice que el consorcio brasileño Obredecht ya aceptó públicamente, haberle entregado un soborno por varios millones de dólares a un funcionario de PEMEX. No se sabe el nombre del corrupto. Pero, los ojos, dice Loret, están puestos en el equipo de Emilio Lozoya, pues fue en ese tiempo en que se dio la fraudulenta relación con Obredecht. La guerra de lodo, podría recrudecerse.
Activan brigadas
en el Ayuntamiento,
ante eventual frío
Protección Civil del Ayuntamiento de Victoria, se declaró en estado de alerta, con albergues preparados, ante posibles descensos de la temperatura.
La dependencia del cabildo que preside Óscar Almaraz, puso a disposición de los ciudadanos, el número de emergencia, 911, o bien el teléfono 3-12-03-40.