Ayer falleció mi niña Moniquita de oro, una de mis nietecitas y a quien quería bastante, si sufrió nunca lo sabré pero dentro de su inocencia siempre nos unió un gran cariño desde el momento mismo que nació, acostumbrábamos dar nuestros paseos dentro de mi casa y juntos reíamos a carcajadas. Ah, como nos divertíamos los dos.
Hoy decidió privarme de su presencia por mandato de Dios, pero donde te encuentres, ten la seguridad que jamás te olvidaré porque te voy a extrañar bastante.
Fuiste única, porque a pesar que no hablabas ni me veías, tu corazón y el mío siempre estuvieron juntos y juntos jugábamos como dos grandes amigos.
Cómo olvidar cuando te acercabas a mí y colocando tu linda cabecita sobre mis piernas te dormitabas un rato y mucho te agradaba te hiciera cosquillas.
Hoy todo eso se acabó y sólo los bellos momentos que vivimos juntos serán los únicos que me recuerden y me acerquen a ti y cuando me sienta triste evocaré tu nombre y tu angelical sonrisa como cuando vivías.
A mi hija Mónica como a tu padre Roberto, a tus hermanos y hermanas solo les pido que tengan fe en Dios, pues por algo él sabe lo que hace y nosotros tenemos que aceptar su sagrada voluntad.
Descansa en paz, y para tus padres como a nosotros la reconciliación espiritual.
Por ahí un día nos volveremos a encontrar y ese día hasta mole vamos a comer. Tú con tu cocota y yo con mi cervecita, música de por medio.
Desde luego que agradezco a todas mis amistades como familia por las muestras de aprecio recibidos y que el Supremo Arquitecto del Universo me los bendiga mucho.
HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE.