MÉXICO.- Firmado en el 2015, el Acuerdo de París fue el primer pacto de la historia en conseguir unir a todos los países del planeta para luchar contra el cambio climático. Con el objetivo de frenar el aumento de las temperaturas en la Tierra, los representantes de 195 países reconocieron la urgencia de reducir el CO2 que generan las fábricas, los autos y las plantas eléctricas, entre otras cosas. Solo están fuera de este consenso Siria, Nicaragua y ahora Estados Unidos.
Al decidir sacar al país, el presidente Trump es coherente con sus propias promesas de campaña que descalificaban tanto al cambio climático como al acuerdo, a quien se ha referido muchas veces como “un invento chino” y “un mal negocio para EEUU”, respectivamente.
Además es consecuente con al menos 22 senadores republicanos, incluido el líder de la mayoría, Mitch McConnell, que recientemente le pidieron salirse de este consenso, así como de Scott Pruitt, director de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA, en inglés), un escéptico del cambio climático.
Como es de esperarse, los grupos ambientalistas del mundo reaccionan con pesar. Considerando que EEUU es el segundo país del mundo en producir emisiones causantes del cambio climático por el uso del carbón y el petróleo, haberse salido del acuerdo significa que cumplir las metas globales de reducción va a ser una tarea más difícil para el resto del mundo.
Durante el gobierno de Barack Obama, EEUU se había comprometido a una reducción de entre un 26% y hasta un 28% de las emisiones contaminantes para 2025 con respecto a los niveles de 2005.
Si bien el Acuerdo de París no fija obligaciones de reducción para cada uno de los países -tampoco para EEUU-, compromete a las naciones involucradas en el pacto a honrar las metas nacionales que cada uno de ellos se planteó. Salirse del Acuerdo de París significa que EEUU no pretende honrar esa promesa.
De hecho, sugiere que va a seguir pasando lo contrario. Hasta ahora, el gobierno de Trump ha desmantelado la mayoría de las normativas ambientales que buscaban la reducción de combustibles fósiles y la promoción de energías limpias.
Por ejemplo, ya Trump eliminó la prohibición a nuevas explotaciones petroleras y ha liberado las extracciones de combustible fósil en zonas costeras de EEUU. Además, prometió aligerar las normativas de emisión de vehículos antiguos y nuevos, así como desmantelar la investigación climática en la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y hasta en NASA.
Según una investigación de Lux Research, las políticas energéticas de Trump podrían suponer un aumento de las emisiones de CO2 de 3,400 millones de toneladas en los próximos ocho años, divulgó El Mundo.
Por su parte, la consultora Rhodium Group sugiere que cancelando las políticas energéticas que habían sido creadas por Obama, EEUU ya sólo sería capaz de reducir un 14% de sus emisiones.
La salida del acuerdo no será inmediata.
Previendo posibles desertores, el Acuerdo de París ya había definido que los países no podrían abandonarlo durante los primeros tres años y que cuando decidiera hacerlo, no sería efectivo hasta un año después.
Eso significa que Trump podría sacar a Estados Unidos del pacto, pero que tendría que esperar hasta el final de su primer mandato (4 de noviembre del 2020), explica Dale Jamieson, profesor de estudios ambientales y filosofía de la Universidad de Nueva York.
También sugiere que un cambio de presidente podría revertir nuevamente la decisión de reincorporar a EEUU en el Acuerdo de París.
Independientemente de la voluntad personal y política de Trump por apoyar la industria de combustibles fósiles y lo que él llama el “carbón limpio”, la tendencia mundial ha hecho que las energías alternativas sean cada vez más apetecibles y accesibles. Solo en EEUU, más de 3,3 personas de estadounidenses trabajan en el mercado de la energía limpia.