El más joven de los partidos políticos con mayor fuerza, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) es el que tiene en la bolsa el éxito electoral para 2018 rumbo a la sucesión presidencial de México, lo anterior según el posicionamiento que se mantiene en la opinión pública; sin embargo, el proceso vivido en el Estado de México para las elecciones del 4 de julio de este año, como bien lo mencioné en este mismo espacio editorial, dejó tantas lecturas, como saldos negativos para todos los que participaron, incluido el incipiente proyecto que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Destaco que el buen manejo que está teniendo López Obrador en su comunicación política, no sólo lo posiciona como el aspirante más fuerte, sino que además lo saca bien librado de las crisis que cada cierto tiempo se le presentan en su punto coyuntural: honestidad contra la corrupción.
Más priistas estarán renunciando a su militancia para inscribirse en Morena. Observe que para la opinión pública pertenecer al Partido Revolucionario Institucional (PRI) es ser parte de la red de corrupción, pero en cuanto uno de sus militantes renuncia para adherirse a López Obrador, en una especie de exorcismo político deja de ser corrupto y hasta se torna como un fuerte candidato morenista. No perdamos de vista que esa narrativa cuasi religiosa la introdujo el tabasqueño desde su llegada a la jefatura del gobierno de la Ciudad de México en el año 2000, algo que le funcionó tan bien que durante el arranque de su programa para los adultos mayores atestigüé personalmente en la plancha del Zócalo, que eran los ancianitos quienes le pedían la bendición al experimentado político, no al contrario.
En ese sentido, en el Estado de México se movieron los morenistas a la pura usanza de alguna otrora cofradía sectaria durante los años de persecución religiosa; en lugares de difícil acceso, por los que tenían que pasar dos o tres aduanas, para poder entrar a las juntas donde profesaban su fiel adhesión a Morena. Así como centenares de militantes provenientes de otras entidades arribaban a las zonas conurbadas mexiquenses, en franca movilidad similar a los Testigos de Jehová.
Con todo ello ¿por qué Andrés Manuel López Obrador seleccionó a la débil Delfina Gómez para que fuera la candidata por el estado que casi lo tenía ganado? El presidente del Comité Ejecutivo Nacional de Morena y dos veces candidato presidencial ¿en realidad quería ganar o tener una moneda de cambio fuerte con miras al 2018? Cualquiera en su sano juicio cuestionaría este punto, pero ¿no será más rentable ser el eterno opositor al régimen –de donde nació políticamente- que llegar a la Presidencia de México sólo por seis años?
Hoy todo parece indicar que se conformará el gran frente oponente a Andrés Manuel López Obrador, pero ¿en realidad participará para ganar o para negociar? ¿Dónde estaba en los momentos cruciales de la aprobación de la reforma energética por la que estuvo en contra tantos años? ¿Se volverá a ‘infartar’ en 2018? ¿Usted qué opina?
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