CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Siete años después, el crimen de Rodolfo Torre Cantú sigue impune. La investigación atraída desde un principio por la Procuraduría General de la República no ha arrojado resultados que permitan esclarecer quién ordenó su ejecución y cuáles fueron los motivos para cometer aquel asesinato que cimbró al estado.
Poco después de las 10:25 horas del 28 de junio de 2010 Rodolfo Torre se despidió por última vez de su padre y subió a una de las dos Chevrolet Tahoe sin blindaje que formaron su última comitiva, iba acompañado solamente de seis escoltas, su amigo Enrique Blackmore Smer, su cuñado Enrique de la Garza Montoto y de su secretario privado, Alejandro Martínez Villarreal. Enfilaron rumbo al aeropuerto Pedro José Méndez al que jamás llegarían.
El convoy debió haber tomado la ruta por avenida Carrera Torres y posteriormente desplazarse a unos 80 a 90 kilómetros por hora por el bulevard José Suleimán hasta llegar al Libramiento Naciones Unidas y hacia las 10:37 se le ubicó al convoy que marchaba rápido dando vuelta hacia la carretera a Soto La Marina.
En el candidato y su equipo había optimismo pues las últimas encuestas le daban hasta 30 puntos porcentuales de ventaja sobre el candidato de Acción Nacional, José Sacramento.
Pese a que la victoria parecía un hecho, Torre Cantú estaba nervioso, dos semanas antes durante una gira por Gómez Farías y Xicotencatl, al ser entrevistado en la misma Tahoe que lo llevaría en su último viaje, preguntó a Blackmore Smer si no había algún mecanismo legal para adelantar la campaña, y luego puntualizó al reportero que eso había sido fuera de libreta.
El doctor Torre quien iba a ser el primer Gobernador graduado en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, había hecho su carrera política basado en una máxima que repetía: “Esto (La política) es para servir y hacer amigos”, y al morir contaba con cientos de amigos de todas las clases sociales, de todo el estado y de todos los partidos políticos.
En vídeos de vigilancia que fueron hechos públicos dos años después del multihomicidio, señalan que a las 10:37:37, instantes después de que las dos Tahoe del candidato dieron la vuelta del Libramiento Naciones Unidas hacia la Carretera a Soto La Marina o Carretera Federal 70, todos los vehículos que participaron el magnicidio estaban en movimiento, tres delante de la comitiva tapando el camino y cinco más siguiéndolos luego de arrancar de la gasolinera.
La salida de dos autos desde un aparcamiento de tierra junto a la carretera ocurrió perfectamente en tiempo y a una velocidad que les permitió alcanzar rápidamente al convoy del abanderado prisitas, que se trasladaba entre 90 y 110 kilómetros por hora.
Las cámaras muestran dos vehículos cercanos a la caseta del conjunto del Parque Científico y Tecnológico y otro que a la altura de la Universidad Tecnológica da vuelta a 180 grados en el momento preciso y acelera para participar en el ataque.
El convoy de Torre Cantú es frenado tanto por un vehículo que lentamente intentaba rebasar a una camioneta, en apariencia tipo Van, y obliga a reducir la velocidad a menos de 60 kilómetros por hora aproximadamente y cuando todos los vehículos estaban cercanos al convoy, la camioneta aplicó el freno a fondo y fue golpeada por el frente de la Tahoe en la que viajaba el candidato.
De inmediato se bajaron personas de todos los vehículos y Torre Cantú y Blackmore Smer, en apariencia pensando aún en un accidente de tránsito, se bajaron de la camioneta estacionada en el costado derecho de la cartera, en ese momento, dos vehículos más del grupo que apenas llegaban comenzaron a disparar por el costado derecho, impactando por la espalda al candidato y a Enrique Blackmore, ambos después alcanzado por fuego desde el frente y un costado-
Los tiros fueron de precisión y pese a que se utilizaron al menos ocho armas de fuego de tres distintos calibres, según la única declaración que hizo el entonces Procurador General de Justicia de Tamaulipas, Jaime Rodríguez Inurrigarro, se ubicaron en el sitio de la emboscada unos 80 casquillos de calibre 7.62, .223 y 9 milímetros Parabelum, un promedio de seis balas por atacante, sin contar las que hubieran podido disparar los escoltas del doctor Torre.
El experto en seguridad y ex Director de Investigaciones Preventivas de la Subsecretaria de Información e Inteligencia Policial de la Secretaria de Seguridad Pública del Distrito Federal, Bernardo Gómez del Campo, consideró que la línea de investigación sobre los calibres de las armas debió agotarse, debido a que corresponden a armas de gobierno antes que la delincuencia organizada exportara ese tipo de carabina.
“Con un buen peritaje eso se hubiera aclarado desde el origen del tipo de carabina y hasta la identificación de cada una de ellas. Es una sola línea de investigación pues hay muchas otras”, dijo al ser consultado al respecto, Gómez del Campo.
Aunque los escoltas intentaron repeler el fuego al parecer no impactaron ni a los atacantes cuya identidad nunca se ha sabido.
Torre Cantú, murió en el mismo sitio con más de 16 heridas de bala y ahí mismo cayeron Enrique Blackmore Smer y Luis Gerardo Sotero Zubiate, Rubén López Zúñiga y Francisco David López Catache, mientras que con heridas de gravedad fueron reportados Alejandro Martínez Villarreal, Enrique de la Garza Montoto, y los escoltas Aurelio Balleza Díaz y Dante Quiroz Aguilar.
Al huir un tráiler de la Coca Cola fue atravesado en la carretera para impedir que los sicarios pudieran se seguidos.
La poca información que reveló la Procuraduría General de Justicia en los dos días que estuvo a cargo de la averiguación, antes de que la Procuraduría General de la Republica atrajera la averiguación y tendiera un manto de silencio, reveló una emboscada ejecutada con precisión militar, por ocho vehículos y no menos de 16 sicarios bien entrenados, que frenaron a los vehículos, dispararon a matar a nueve personas, subieron y huyeron del lugar, todo en tan solo 43 segundos.
CRÓNICA
José Azpeitia González
Han pasado siete años.
Y a pesar del tiempo transcurrido, la brutalidad del asesinato de Rodolfo Torre Cantú sigue sacudiendo a Tamaulipas.
Muchas cosas cambiaron en el escenario político y social del Estado a raíz del homicidio. En ese momento nadie lo imaginaba, pero con ese fallecimiento se empezaba a escribir el final de la larga hegemonía del Partido Revolucionario Institucional en la Entidad, postergada por el triunfo del propio Rodolfo –fue su nombre el que apareció en las boletas electorales– pero concretada al final del sexenio que encabezó su hermano Egidio, de los mismos apellidos.
Este texto, sin ningún otro propósito, es sólo un apretado resumen de algunas de las experiencias registradas por el equipo de Comunicación Social de Rodolfo Torre en esos días aciagos.
Las señales y los hechos
Apenas un día antes de la tragedia, el entonces candidato priísta a la gubernatura había encabezado los cierres de campaña en Altamira, Tampico y Madero. Sin embargo, sobre el jolgorio y alegría de los eventos, los coletazos de la intranquilidad no dejaban de aparecer.
Y en ese entorno, el 27 de junio de 2010 también tiene su propia historia.
Los rumores aparecieron ese día primero en las instalaciones de la Unión Ganadera de Altamira, antes de la llegada del candidato. “Acaban de dejar dos cuerpos en un Oxxo aquí cerquita”, eran palabras que corrían velozmente de boca en boca y hacían recordar que apenas unos días atrás, en el cierre de San Fernando, un cuerpo fue también abandonado en las afueras del recinto donde se llevó a cabo el evento partidista.
Pero casi todos llamaban a ser optimistas. La frecuencia de esos hechos violentos en el sur de ese entonces no le concedían mayor importancia a la doble tragedia mencionada, lo cual por fortuna pareció confirmarse al concluir el mitin sin contratiempos.
Una hora después, miles de maderenses y tampiqueños esperaban en el Estadio Tamaulipas a Rodolfo Torre y a los candidatos locales. Repentinamente los asistentes empezaron a inquietarse. Una larga fila de militares serpenteó en las gradas y formó un cinturón de color verde que permaneció silencioso pero vigilante durante 30 minutos aproximadamente. Una vez más nada pasó y al retirarse los efectivos castrenses sólo quedó una vaga percepción del temor. “¿Ya ven? no había por qué espantarse”, comentó uno de los reporteros presentes.
La salida del estadio fue caótica por la multitud. El equipo de prensa de Rodolfo se movía con dificultad para tratar de estar cerca de él pero un remolino de simpatizantes lo alejó. Sorpresivamente un alegre ¡Hey! y un golpe en la puerta de una camioneta Suburban seguido de un brazo extendido hacia fuera con la señal del pulgar arriba pasó velozmente al lado de sus colaboradores, quienes apenas alcanzaron a responder. Ninguno pensó que sería la última vez que lo escuchaban y veían.
¿Quién podía siquiera imaginar que al día siguiente Tamaulipas sufriría una de sus experiencias más dramáticas en los terrenos político y social?
El 28 de junio parecía un día tranquilo. Un buen clima en todo el Estado pronosticaba que el cierre de campaña en Valle Hermoso, programado para la tarde, sería una copia de los exitosos eventos previos del mismo corte. Antes de esa clausura local, el candidato asistiría a una entrevista en Matamoros con Televisa y de allí se reuniría en una comida con representantes de medios de comunicación. Debía ser una excelente jornada y con las encuestas más de 2 a 1 a favor del priísta el interés estaba puesto en la jornada electoral más que en las despedidas.
A las 10:00 horas de ese día, el mismo equipo de prensa que acompañó a Torre Cantú al sur estaba listo para abordar un avión particular, conseguido por un ejecutivo
televisivo, gran amigo de Rodolfo. Había que llegar a Matamoros antes que él para cerrar los pormenores de la entrevista y no dejar huecos en la comida. El tiempo apremiaba porque el candidato venía, estaban seguros todos, pisándoles los talones.
El despegue se realizó poco antes de las 10:30 y cuando la señal telefónica estaba a punto de perderse una llamada alcanzó a sonar en la aeronave con una pregunta: ¿Saben algo de un accidente que sufrió el candidato?
Con el estómago revuelto por la incertidumbre, hubo que esperar, porque la comunicación se interrumpió y sólo se restableció hasta casi aterrizar. Y la noticia llegó brutal, demoledora: Rodolfo había sido asesinado en el trayecto al aeropuerto. Era una pesadilla, pero real.
Del homicidio, del cómo sucedió o por qué, resulta tan lacerante como a estas alturas irrelevante hacer mención de sus detalles. Los medios de comunicación y las autoridades de todos los órdenes cubrieron e informaron con profusión sobre la barbarie y pocos aspectos, parece, quedan aún en la oscuridad.
El saldo
Lo que siguió para los colaboradores del candidato fue una agenda de locos, donde nadie sabía a quién acudir o con quién acordar. La dirigencia estatal del PRI, ante el acoso del poder nacional para imponer sustituto tomó el mando de facto y el equipo de Rodolfo fue constreñido en todos los aspectos y niveles a un cuadro de apoyo.
De esa manera, los efectos del crimen no sólo convulsionaron a la sociedad de Tamaulipas en ese momento.
La vida política del Estado empezaba, sin remedio, a dar un vuelco a raíz del atentado mortal. En los hechos, aunque pocos lo creían en esos días, se iniciaba la desintegración de una generación priísta, agobiada en gran parte por la sombra de la sospecha y la desconfianza generalizada que se prolongó durante casi todo el mandato de Egidio Torre.
Seis años después, en las urnas de un nuevo proceso electoral para la sucesión gubernamental, esa extinción se confirmó.