“He esperado pacientemente porque llegue el día en que el pueblo de la República Mexicana esté preparado para escoger y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin interferir con el progreso del país. Creo que, finalmente, ese día ha llegado”.
Con esa frase concedida en 1908 al periodista James Creelman de la revista Pearson´s Magazine, quien gobernaba en ese entonces, sin realmente desearlo, inició un gran movimiento contra sí mismo que los historiadores denominaron Revolución Mexicana, pero lo que más destaca en esa entrevista es su preocupación para que el nuevo gobernante se conduzca “sin lesionar el crédito nacional”.
A más de un siglo de aquel diálogo, esa intranquilidad sigue vigente y nos obliga a reflexionar en los atributos que deben tener quienes pretendan gobernar nuestro querido México.
Basados en las experiencias que se registran en la actualidad sobre mandatarios que han gobernado algunos países del mundo, es necesario analizar muy bien a quién le vamos a dar nuestro voto y soltar las riendas de nuestro país.
Aunque se señale lo contrario, en ocasiones los pueblos sí se equivocan a la hora de elegir. Basta con señalar a Adolfo Hitler de Alemania, Benito Mussolini de Italia, Nicolás Maduro de Venezuela, Donald Trump de Estados Unidos, Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia del Perú, el mismo Lula Da Silva de Brasil, por citar algunos ejemplos, quienes han sido poco eficaces en el arte de gobernar.
El peligro al escoger a este tipo de mandatarios nos obliga a pensar detenidamente en las 3 características fundamentales del candidato idóneo a la presidencia de la república.
Sustentado en lo que declaró, uno de los principales atributos es que debe provocar confianza en los mercados internacionales, los nacionales y regionales por la simple razón que, nos guste o no, vivimos un mundo globalizado, donde la inversión privada juega un rol determinante.
Otra cualidad es que debe contar con prestigio social, que motive orgullo al mencionarlo, basado en una larga y limpia trayectoria en el ámbito político y/o administrativo y familiar.
Y finalmente, acreditar eficacia y eficiencia en su carrera profesional, es decir, que compruebe haber sido y ser efectivo en los cargos que ha tenido.
En la actualidad hay voces que pretenden poner en la agenda las clásicas antinomias entre políticos y los tecnócratas para favorecer al personaje de su preferencia. Creo que en la actualidad lo importante es que surge un sincretismo entre ambas tendencias con el ánimo de que en lugar de rivalizar, se complementen.
Hay que valorar la calificación de la prestigiada agencia “Standard & Poor” que subió a México a “estable” desde “negativa” debido a la reducción de riesgos en el rubro de deuda. Esto explica la baja del precio del dólar.
También es justo reconocer que en agosto del 2016, la misma agencia nos calificó al contrario, de “negativa” desde “estable”. Haber ajustado y puesto en esta categoría al país en menos de un año, habla bien del Secretario de Hacienda y Crédito Público, Jorge Antonio Meade Kuribreña.
La técnica en el manejo presupuestal es imprescindible para el próximo presidente de México, quien además, debe tener la sagacidad y la pericia de rodearse de políticos experimentados para el manejo político y social del país.
En este sentido, ha sido un acierto que la generación que lidera José Ramón Martel López, integrada por ex gobernadores, ex senadores, ex diputados federales y locales e inclusive, experimentados administradores públicos de los 3 niveles de gobierno, ya simpaticen con el encargado de las finanzas públicas de México.
Dígase lo que se diga, con estas acciones, el secretario Meade demuestra que trae con qué jugar el 2018.
Con este escenario, bien creo que los mexicanos podemos ver el futuro con mayor tranquilidad.