Parece que alguien –o “alguienes” como dicen en el rancho– tiene o tienen interés auténtico por reverdecer laureles en el PRI de Tamaulipas.
Esta percepción nace de una reunión que pocos esperaban se diera en la antesala de que ese partido defina a su dirigente estatal. Se llevó a cabo ayer y participaron quienes han levantado la voz, quien poco tiene que perder y quien no había dicho esta boca es mía.
Las fotografías difundidas en las redes sociales hablan sin necesidad de voz propia. En una mesa se observan a quienes parecen seis alegres amigos en la hora del café. Dedos pulgares arriba todos se ven tranquilos y sonrientes, en un escenario que recuerda los dorados tiempos tricolores cuando la disciplina, eufemismo político del sometimiento, reinaba en esas filas y obligaba a aceptar al estilo del poema sobre el actor Garrick –llorando con carcajadas– la decisión del sol del momento.
De estas circunstancias dos aspectos, como dicen en mi pueblo, “me brincan”.
Uno de ellos es una pregunta sobre cuál es la fuerza o voluntad que sentó en la misma mesa a los protagonistas, de lo cual se derivan más dudas. ¿Fue iniciativa de alguno de ellos?… ¿Quién podría tener todavía en el Revolucionario tamaulipeco el poder necesario para convocar?… ¿Cuál fue el motivo real de ese acercamiento?
¡Ah, benditas especulaciones!… se arman mil interpretaciones y casi ninguna teje con los hilos de la verdad, sino de las presunciones.
El segundo aspecto es la actitud de los contertulios. Esa paz que revelan en su exterior me recuerda los días en que operaba en el PRI el famoso “fiel de la balanza”, como lo llamaba José López Portillo.
Ese tipo de fotos se daba cuando la decisión estaba tomada. Casi todos aparecían tranquilos porque también todos sabían ya quién era el ungido y no había más que obedecer. Sólo había que buscar señales en esos rostros para tratar de deducir quién era el agraciado.
Si es así, brota la pregunta obligada: ¿Será entonces que el “dedazo” sigue vigente en ese establo partidista?
No falta mucho para saberlo, pero algo manda una señal en ese sentido desde ahora: la designación de José Murat Casab como Delegado Especial del Comité Ejecutivo Nacional en ese proceso de renovación estatal.
No sólo se transparenta que no es tanto el desinterés de la jerarquía priísta nacional hacia Tamaulipas, cuando su personero para marcar el rumbo es el ex gobernador de Oaxaca, el mismo que gustaba –y debe seguir igual– de mentar madres a diestra y siniestra.
No es cualquier figurín de ornato quien es virtual presidente de la Fundación Colosio –confieso no saber si ya fue confirmado por el voto de sus antecesores– sino un viejo gallo con espolones aún afilados y por lo menos en apariencia con real autoridad estructural. Uno de los factores que dan piso a ese perfil es su inclusión “desde ya” en el equipo de pre organización priísta para la campaña presidencial.
Así, con el riesgo de soltar una mafufada, me da la impresión que Murat llega a Tamaulipas no para simplemente validar una Asamblea estatal, sino con la consigna de conjurar arrebatos, enfriar ánimos de inconformes y vigilar que la instrucción “de arriba” se cumpla sin mayores contratiempos.
Y si algo de eso es verdad, el humo blanco tricolor en el Estado ya está en el aire, pero todavía no dejan que lo vean sus militantes…
La frase del día
“Un idiota es un idiota; dos idiotas, son dos idiotas. Diez mil idiotas son un partido político…”
Franz Kafka/Escritor checoeslovaco
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