CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- ¡Se fue el aguaaaaa!. Una frase que a nadie le gusta escuchar. Y más cuando el día entero puede depender de ello. Típico: va uno al baño y al bajarle “nada sucede”. Pero no es así, afuera en la calle todo sucede: un grupo de hombres vestidos de color caqui perfora el pavimento como buscando un tesoro.
Y ese tesoro es que el suministro de agua o el sistema de drenaje vuelva a la normalidad.
Son los camaradas de las cuadrillas de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado que desde temprana hora se encuentran reparando los ductos que se han dañado por el paso del tiempo o que colapsaron por alguna fractura.
Su labor está ligada a una de las más importantes cuestiones de supervivencia del ser humano: la necesidad de agua.
Esta vez el Caminante decidió ir a ver con sus propios ojos las tareas que estos cuates realizaban en calles aledañas al Cobat.
Los trabajadores de esta dependencia inician sus labores desde las siete de la mañana, hora en que se reportan y reciben su orden de trabajo. Hay equipos para dar mantenimiento a líneas de agua potable y otros para reparar el alcantarillado. En este punto se encuentran dos cuadrillas que hacen lo segundo: una tubería ha colapsado y ha sido necesario reemplazarla por ductos de PVC de ocho pulgadas. Se percibe como algo sencillo, pero no lo es.
Para empezar hay que checar si es posible que el operador de la máquina retroexcavadora puede operar, si la calle es de difícil acceso o escarbar de esta manera causa más afectaciones a la línea entonces habrá que hacerlo a la antigüita: con pico y pala y a veces hay que hacerlo hasta una profundidad de hasta cuatro metros.
Pero esto es sólo el principio, en algunas ocasiones el problema es demasiado severo y los trabajadores se encuentran con algo que sería la peor pesadilla para aquellas personas de estómago débil: un río de mierda. Sí, así literalmente, sin eufemismos ni palabras bonitas. Después de hacer un diagnóstico de la situación, el ingeniero a cargo elige la mejor solución.
La verdad es que nadie sabe exactamente que va a encontrar al hacer la excavación. La red de alcantarillado de Ciudad Victoria es antiquísima, en muchos casos obsoleta y hasta peligrosa. Aún hay algunos tramos de la zona centro que son de cerámica, un material de lo más frágil pero que resultaba idóneo en los años cincuentas cuando la ciudad no pasaba de 42 mil habitantes. Inclusive hay ductos de la red de agua ¡de plomo! pues fueron instalados antes de que se descubriera lo dañino que este metal puede ser para la salud.
Más, estos contratiempos son cosa pequeña cuando hay que tolerar a una cuestión más molesta: los ciudadanos inconscientes que no se dan cuenta de lo importante de esta chamba pues muchas veces en vez de considerarlos héroes, suelen ser señalados como los villanos del cuento. “¡Ay ya vienen a hacer su escarbadero!” “De seguro que no van a tapar el hoyo” “Ya le van a partir la madre al concreto hidráulico” “De seguro se van a llevar toda la semana ahí haciéndole al cuento”. Esta y muchas otras frases suelen escucharse al notar la presencia de la cuadrilla.
Es verdad, a nadie le cae en gracia rodear dos o tres calles cuando se acordona el área de trabajo. Ha habido quienes de plano pasan sobre los conos a toda velocidad y muy cerca de los trabajadores.
“Mucha gente no se da cuenta de que estamos trabajando para ellos, y aunque puede ser incómodo por unas horas, finalmente saldrán beneficiados cuando arreglemos el problema”, dice uno de los compas.
Y es que hay que hacerse esta pregunta: ¿quién se anima a meterse a trabajar a una zanja llena de excremento? Nadie, solo ellos.
También han sido tachados de “huevones” pues en algunas ocasiones se les mira sin mover un dedo. Pero no es por flojos: están esperando el material necesario para ese caso en particular. No todas las reparaciones precisan de las mismos ductos, “codos” o métodos para solucionarlos. Una tubería dañada puede llegar a necesitar mucho trabajo, o refacciones muy específicas, y conseguirlas puede ser tardado.
Otra cuestión es el tipo de suelo, nos siempre es fácil de remover o excavar. Han ocurrido situaciones en las que las paredes de las zanjas prácticamente se desploman y a los camaradas de la cuadrilla hasta les llueven piedras. Más de uno se ha ido a casa con un chipote o alguna herida que los han llegado a incapacitar por meses.
El riesgo de infección es alto tanto en la piel como de tipo estomacal ¡y la peste! Algunos al llegar a su casa en vez de recibir un abrazo de sus hijos lo primero que hacen es ir directito a la ducha para quitarse el mal olor y aunque ellos ya se acostumbraron a tolerarlo, la familia no piensa igual.
Por eso, los trabajadores suelen echarse “La botana” antes de ponerse a trabajar. Imagine el lector disfrutar unas ricas flautas de salsa verde acompañados del delicioso aroma del drenaje desbordado. Como que no se antoja ¿Verdad?.
Aun con todas estas dificultades que se viven para garantizar el suministro y el servicio de alcantarillado pareciera que los usuarios han dado por sentado el tener agua en casa.
Ciertamente los casos por drenajes colapsados y tapados son cosa de todos los días y una de las razones por las que suceden es, además de lo antiguo de la red, porque la población tira mucha basura en las calles que va a dar directamente a la alcantarilla.
Y para colmo, cuando llueve hay quienes tienen la “brillante idea” de levantar las rejillas “¡para que se vaya mejor el agua, carnal!”… pero lo que en realidad están provocando es que todos esos residuos y suciedad contribuyan a que el problema se haga más crítico.
Por eso los amigos de las cuadrillas de Comapa piden ante todo la comprensión de los victorenses para llevar a cabo su trabajo. Es importante aclarar que un equipo abre la calle y repara la falla y otro se encarga de tapar el hoyo y restituir el pavimento, ya sea de asfalto o concreto hidráulico y que entre una y otra acción el tiempo puede variar. Pero la consigna es dejar la calle como estaba. Si esto no llegara a suceder es necesario comunicarse a la dependencia para meter el acelerador, resolverlo y todos contentos.
En conclusión y en palabras de los trabajadores, esta labor “es una buena chinga” pero cuando la jornada de trabajo termina a las tres de la tarde, la satisfacción de haber reparado una fuga o un “caído” es el mejor premio para la raza de las cuadrillas.
La retroexcavadora empieza a cerrar la zanja y otro de los compas baila al compás de la de la maquina compactadora. ¡Este arroz ya se coció! El caminante se despide de los camaradas de las cuadrillas con una mejor visión de lo que su trabajo representa. Demasiada pata de perro por hoy.