Era una pequeña cuadra que daba de norte a sur hasta la presidencia municipal de Llera, habitada tan solo por tres familias, que si mal no recuerdo, llevaban los apellidos Gordon, Morquecho y Villarreal. En el solar del primero existía un viejo mezquite donde la gente de caballo amarraban las bestias cada fin de semana que venían al pueblo a divertirse; algunos a tomar la cervecita, otros a bailar en el viejo kiosco del pueblo y los restantes a comprar artículos propios para el hogar.
El pueblo se alumbraba con una planta de luz que fue comprada con la cooperación de la gente y, si no alcanzaba, se realizaban bailes y reinados en la plaza o se pedía la cooperación de la raza.
El artefacto ese, como lo llamaba la raza de antes, se prendía a partir de las seis de la tarde y se apagaba a las doce de la noche, previo “apagón” que era dado al cuarto para la media noche, en la inteligencia que solo la plaza, la presidencia y las calles del centro tenían “luz”, el resto del pueblo estaba completamente a oscuras y las familias se alumbraban con una “lámpara de petróleo”, una vela o una veladora.
Los únicos que se quedaban de “vigilia” era la policía municipal, misma que tenía las órdenes de meter a la cárcel, a quienes andaban en la plaza o en la calle después de las doce de la noche, para ser presentados ante la “primera autoridad” hasta el lunes y puestos en libertad previo el pago de una multa o si no traían dinero se valía cubrir la multa con barrer y limpiar la plaza y el frente de la presidencia o calles del pueblo.
La cárcel, conocida como El Bote, era un cuarto con paredes de sillar, casi un metro de ancho y tres de alto, con una puerta de pequeños cuadros, gruesa y de mezquite por donde se les daba de comer a los presos…. bueno siempre y cuando la tuvieran que pagar de lo contrario salían más delgados pues deben de saber nuestros lectores que en ese entonces no había una ley que protegiera a los presos y por lo tanto hasta se les encerraba por tres días o una semana sin derecho a comer o bañarse.
Digo lo anterior, porque encontrándonos en la víspera de los días de los Santos Difuntos eran los únicos días que se les permitía echarse unos tragos en las calles o en el panteón, fuera de ahí cuidado porque iban a para al “bote”.
Por supuesto abandonaban la cárcel maldiciéndola y sin ganas de regresar, pero a querer o no regresaban y para quitarse el mal sabor de boca otra vez a la cantina. Así eran los “tomadores” de ayer, siendo en esos días cuando nació aquel grito de honor de la raza del pico y la botella “arriba las mujeres, el vino y la prostitucion”.
Qué tiempos aquellos, como los extraño. Hoy, aunque no lo crean pero me “emborracho” con pura limonada, un jugo de naranja o con un “té de nacaguita” pues ya no hay para más. En fin sea por Dios y las once mil vírgenes del firmamento. Por lo pronto aquí le pongo fin a la tribuna de este día pues me voy con la familia a la Feria y como mirar no cuesta nada pues me voy a divertir bastante, digo.
¡HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE!