Entramos hoy en la llamada Cuarta Transformación. Así llama Andrés Manuel López Obrador a su movimiento nacional y el cual abandera como su línea de gobierno a seguir, durante los próximos seis años (si Dios le concede salud, cordura y vida).
El nombre tiene profundas raíces en nuestra historia. Las tres anteriores transformaciones fueron encabezadas por Miguel Hidalgo (la Independencia), Benito Juárez (la Reforma) y Francisco I. Madero (la Revolución).
López Obrador tiene la ilusión de cambiar México y dignificar la vida social del mexicano. Es su eje esencial de su Proyecto de Nación, es su deseo de refundar el Estado mexicano.
Enrique Krauze escribe al respecto en Letras Libres: “La historia es la Sagrada Escritura de Andrés Manuel López Obrador y él es el oráculo que la interpreta.
“El lema de su movimiento es la anunciación de la Cuarta Transformación en México… y para pasar a la historia ha dicho que quiere estar a la altura de Juárez, Madero y Cárdenas”, añade.
López Obrador es el héroe definitivo, dice Krauze. Festejar el control del poder en este esquema es alimentar el culto a la personalidad y buscar la consagración ante el pueblo mexicano.
Para muchos, este movimiento está destinado a romper los esquemas del modelo neoliberal que desde la época del presidente Miguel de la Madrid comenzó a implantarse en el País. Un modelo que, de acuerdo a los más acérrimos morenistas, logró acumular riquezas en unas cuantas manos y generar mucha pobreza en la mayoría de los mexicanos durante todos esos años.
La Cuarta Transformación va al México Profundo, al México de las regiones más escondidas y zonas indígenas que esperan que el Tren Maya pase pitando un día por sus tierras y el Gobierno los convierta en socios por al menos unos cuantos años.
El “Idealismo de Nación” no ha sido un sueño exclusivo solo de nuestros presidentes de centro-izquierda en la Historia de México. Los capitalistas Porfirio Díaz y Carlos Salinas también imaginaron un país moderno, que se codeara con los grandes del Primer Mundo, pero sus esfuerzos de vieron truncados con una realidad que no coincidía con sus esquemas.
¿Por qué Hidalgo, Juárez y Madero sí lograron transformaciones importantes en nuestro país? ¿Acaso contaban con dones de liderazgo y habilidad política que el resto de nuestros dirigentes han carecido?
Las transformaciones sociales ocurren quizá por que de vez en cuando aparece uno de estos caudillos benefactores. Pero también acontecen por el “timing” o momento de nación que se vive y por la capacidad de acción de la gente para sumarse. Así pasó en los movimientos de Independencia, Reforma y la Revolución. ¿Está México en estas condiciones de inmersión civil? López Obrador y sus seguidores creen que sí y enfocarán todo su esfuerzo —y consultas populares— a desarrollar un plan de país en esta dirección.
Lo que deben tomar en cuenta nuestros nuevos gobernantes es que la población en el pasado se “prendía” y se sumaba a los movimientos de las anteriores transformaciones con base en un “romanticismo” de lucha. Y así la gente se fue a cabalgar con Villa y Zapata.
Hoy, México está mejor informado y cuenta con diferentes opciones para comparar escenarios y propuestas que emanen del poder. Tenemos también instituciones defensoras y un país vecino poderoso que servirán en determinado momento como contrapeso ante acciones que atenten contra la libertad, justicia y democracia.
Entonces quizá la verdadera transformación debería dirigirse a aprovechar lo mejor de cada región en México y fortalecer el federalismo en lugar de sembrar micro-poderes despachados desde la Capital. Porque las señales enviadas en todo este espacio de transición de poderes estos meses ha sido más bien un asomo de lo que parece ser un Segundo Virreinato más que una auténtica Cuarta Transformación.