Bajo la reciente polémica sobre la decisión del gobierno de Enrique Peña Nieto de otorgar a Jared Kushner, yerno del presidente Donald Trump, apenas el día de ayer y en vísperas del término de su administración, la mayor condecoración que otorga el Estado mexicano, la Orden Mexicana del Águila Azteca, y de la firma del tratado de libre comercio de Norteamérica (también conocido como T-MEC), es propicio hacer algunas reflexiones respecto de nuestro vecino del norte.
Para bien o para mal, por ubicación, historia y economía, Estados Unidos es el socio estratégico más importante de México. Es imposible negar que compartimos 3,142 km. de frontera; ese país recibe cerca del 75% de nuestras exportaciones; y la mayor parte de los problemas que aquejan a los mexicanos y a los estadunidenses, se puede resolver de mejor manera si son abordados de manera bilateral.
Sin embargo, no todo el mundo entiende esta relación como un ganar / ganar. El mejor ejemplo de ello es su presidente, Donald Trump, quien ve la solución –o por lo menos eso dice— a los grandes problemas de su país, con la construcción de un muro fronterizo que nos separe y divida.
Estados Unidos es un país complejo, en todos los sentidos, y la relación binacional tiene muchos matices y aristas. Por ello, el gobierno entrante, de Andrés Manuel López Obrador, necesita poner la lupa en algunos temas que son fundamentales para mantener, y en su caso, fortalecer la cooperación, evitando que sean una piedra en el zapato.
En primer lugar, y probablemente el más importante, el de las drogas. Si bien es prioritario para los dos países el combate a las organizaciones criminales, la aproximación de dichos gobiernos es diametralmente opuesta. Para Estados Unidos es un problema de salud —que combate sin muchos resultados—; para México, es un tema de seguridad pública, que genera una violencia desmedida en nuestro territorio.
Una posible legalización de las drogas, de acuerdo con lo que ha propuesto AMLO en su plan de seguridad, al apartarse de la visión de Estados Unidos y afectar sus intereses, en el mediano plazo, resulta en una tarea titánica.
Muy de la mano de lo anterior, está el tema de la migración, el cual ha causado muchos roces entre los dos gobiernos. Por un lado, México quiere mandar el mensaje de que no es un país que criminaliza ese fenómeno; para el vecino del norte, los migrantes son un “peligro” que vulnera su seguridad. A partir de hoy, le toca a López Obrador resolver la sensible situación que se está generando en Tijuana.
Por otro lado, Estados Unidos, desde siempre, pone mucha atención y tiene gran interés en quiénes son nuestros amigos. El canciller entrante, Marcelo Ebrard, ha dicho que quiere fortalecer la relación con China, e incluso se ha planteado que ese país, con su vasta experiencia, nos asesore en la construcción del llamado Tren Maya, sin embargo, esa noticia no debe tener muy contento a nuestro aliado norteamericano, quien no ha terminado de digerir que el futuro orden global ha de ser impuesto, por el momento de manera pasiva, por el gigante asiático.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar el tema de las inversiones estadunidenses, de suma importancia para nuestro país, pero que en las últimas semanas ha tenido un evidente retroceso derivado de la incertidumbre sobre la manera en que va a gobernar López Obrador. Si bien es cierto que ambos países ganan si el capital se queda dentro de la región Norteamérica, AMLO tiene que lograr que ese dinero se invierta en México y no se vaya a otros competidores, o incluso se regrese a Estados Unidos, tal cual lo ha planteado Trump.
Es innegable que una parte importante del éxito de la nueva administración federal depende de cómo se perciba y gestione la relación bilateral entre México y Estados Unidos, lo que constituye un reto para AMLO y Marcelo Ebrard, quienes no sólo necesitan astucia para alinear los intereses de los dos países, sino que lo tienen que lograr desde un plano de igualdad, priorizando lo que a nosotros nos conviene, pero sin poner en riesgo la alianza con nuestro socio y aliado más importante.