CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- Los últimos dos días en Victoria, se vivieron de forma diferente para los amantes de fútbol. El deporte más practicado en el mundo, tiene a pocas leyendas vivientes, esos personajes que hacen que toda una ciudad de vuelque sobre ellos, y uno de ellos, es Diego Armando Maradona.
Desde el jueves, el astro argentino pisó la capital, y la bienvenida de la afición de Victoria, fue muy cálida; al aeropuerto hicieron el viaje varias personas, a pesar de la lejanía de la zona, en donde lamentablemente, El Diego, llegó dispuesto a esquivar a multitudes, tal y como lo hacía en sus mejores años.
La primera finta que hizo fue casi como cuando burlaba a los defensas de Inglaterra desde el medio campo y anotaba gol en aquel Mundial del 86. Cuando todos esperaban al técnico de Dorados por la puerta principal, pero para sorpresa de todos, fue sacado por otro lado y se fue directo al autobús, sin que nadie se diera cuenta.
Desde la primera fila del ‘bus’, saludó a todos los que coreaban su nombre, desde el asiento y con una sonrisa; aunque los de abajo, los aficionados, se mostraban con un poco de decepción por no poder ver de cerca al ex jugador de Boca.
Ya en el hotel, lo esperaban más personas, fue una locura entre empujones y gritos, pero nuevamente evadió a la prensa y personas, incluso llegó a decir, “no fotos, que hace tanta gente acá (adentro del lobby)”.
Fueron pocas las personas que tuvieron la suerte de tomarse una foto con el astro, pocas las que podrán contar que tienen un postal con uno de los mejores jugadores del mundo.
Se llevó el show
Ya en el partido de ayer, la Diego-Manía, no falló. Ocho mil aficionados fueron los que acudieron a este inmueble, cuando regularmente, Correcaminos tiene entre dos y cuatro mil aficionados.
Las zonas de plateas, estuvieron repletas, sobre todo la parte detrás de la banca visitante, mientras que la zona de preferente sur, la esquina que está más cerca del banquillo, también lució a reventar.
Todos esperaban a Diego en el calentamiento, pero no salió, a pesar de que es fiel a reconocer el terreno de juego; fue hasta la mera hora del encuentro en donde vio por primera vez el Marte R. Gómez, el cual lucía ya casi con el lleno. Raro por ser el rival, pero normal por lo que representa: fue aplaudido y ovacionado.
“¡Diego, Diego, Diego!”, le gritaron los aficionados en más de cuatro ocasiones; las tres veces que salió a dar indicaciones o reclamar en el primer tiempo, en todas recibió aplausos y en dos, saludó a la grada, lo que hacía la emoción más grande.
Cayó el gol de Dorados con un cabezazo de Fernando Arce, y no dudó, se levantó y festejó, pero fue mesurado y se sentó de nuevo.
Fiel a su estilo, despidió el primer tiempo; abrazó a cada uno de sus jugadores antes de ir al vestidor. La segunda mitad, se olvidó del show de la grada y se enfocó en lo suyo, reclamó muchas acciones, hasta que fue expulsado, gritó y amagó con empujar al cuarto arbitro, pero fue detenido, molesto se marchó a las regaderas, y aunque fue abucheado por unos, se llevó el aplauso de la mayoría, y así terminó el show de Diego.