* El columnista es autor de las novelas “Erase un periodista” y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo”, y Premio Nacional de Periodismo 2016.
Con cariño para la generación 1964-67 de la Benemérita Normal de Tamaulipas y para nuestros maestros de entonces.
Por si alguien lo olvida, hay que recordar que el maestro es el servidor público más noble, modesto, tolerante y comprensivo, en el más amplio sentido humano.
Y fue el magisterio el mayormente reprimido, al grado de quedar en riesgo de perder sus empleos, bajo infames pretextos inventados por la burocracia neoliberal.
A pesar de que su tarea es un apostolado, tomando en cuenta la entrega y las difíciles condiciones en que realiza su delicado trabajo. Para fortuna, el régimen actual va en camino de rescatar la dignidad de quienes viven para enseñar.
Ahora mismo está en proceso la derogación de la mal llamada “reforma educativa” impuesta por el Fondo Monetario Internacional, y obedecida “a pie juntillas” por el anterior gobierno y sus aliados.
Desaparece la “evaluación” y existe la promesa de reponer en sus plazas a las víctimas de esta humillante disposición, así como fortalecer el sistema normalista, tan despreciado por la oligarquía, por la sencilla razón de ser forjador de verdaderos líderes sociales.
Este columnista, en su novela. “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo”, (dedicada con admiración y respeto, a la generación 1964-67 de la Benemérita Normal de Tamaulipas de la cual forma parte), rinde homenaje a los educadores, muchos de los cuales deben acudir a la geografía más lejana, a cumplir con el deber de servir a sus semejantes y poner en práctica una vocación significada por su alto contenido fraterno.
A pesar de un salario miserable (y regateado), y las inclemencias y condiciones más difíciles para sobrevivir.
Solo el maestro, es capaz, con esa super condición y fortaleza solidaria que le caracteriza.
En la introducción de la obra referida, digo:
“La novela está basada en hechos reales, donde el personaje central es Ricardo, un maestro pleno de vocación que una noche friolenta llegó a “Rinconada” en busca de una escuela que no existía, encontrando sin embargo, una comunidad aferrada a sus esperanzas pero presionada por intereses políticos y económicos que limitaban su desarrollo, reduciéndola apenas a imaginario punto perdido en la geografía de la resignación.
Es la historia de un maestro que entendió la realidad como un mosaico de ideales a partir de la justicia y la solidaridad, encontrando en “Rinconada” el escenario perfecto para la creación del hombre libre, ajeno a diferencias y mezquindades, es decir, a la generación nueva, digna de una sociedad superior en su significado más profundo.
¿Qué llevó a Ricardo a Rinconada, pudiendo ejercer su tarea en la comodidad citadina?.
Tal vez intentó buscar en las entrañas de su patria, el dolor de los marginados que parecieran destinados a recibir por siempre solo los mendrugos de un patrimonio que por razones naturales e históricas, originalmente les pertenece.
EL LÍDER SOCIAL
El maestro Ricardo se graduó en “Rinconada” como líder social y así transcurre por otras montañas que reclaman su participación y vive, ¡claro que vive!, y hasta es probable que lo hayamos visto durante las movilizaciones por la dignificación del magisterio y en contra del mismo poder que mantiene la represión, como religión exclusiva de su bajeza.
Algunos aseguran que también emergió de la selva profunda de Chiapas, para acompañar a sus hermanos indígenas en aquel grito desesperado que un primero de enero sacudió las conciencias de quienes pretendían ignorar la existencia del inframundo de la injusticia.
Ricardo vive sin duda, también entre los héroes anónimos que sin esperar recompensas, desempeñan con fervor el apostolado magisterial anteponiendo el interés de la educación pública, a la perversidad de un sistema entreguista y ajeno al alma nacional”.
Más adelante relato el primer encuentro del maestro con la comunidad y sus habitantes:
“Ricardo no tardó mucho en divisar “Rinconada”, donde lo recibieron dos perros desnutridos, que en lugar de ladrar al desconocido, movieron la cola en señal de bienvenida.
Acompañado de los animales topó con la primera casa, construida como todas, de barro y techo de palma, sin más adorno que un mezquite al frente.
Tocó hasta en tres ocasiones, antes de que apareciera una mujer de mediana edad.
”¿Qué se le ofrece?”
-Disculpe, soy el nuevo profesor y busco la escuela.
“¿Escuela?, aquí no hay escuela. Pero ahí viene mi marido, mejor hable con él”.
Entre la obscuridad apareció un hombre machete en mano y un costal al hombro que el profesor supuso eran elotes.
“¿En qué le podemos servir?”, dijo.
-Me envían de la secretaría de Educación, vengo como maestro y me llamo Ricardo Ramos Hernández.
“Y yo me llamo José Manuel y qué bueno que por fin nos hicieron caso, tenemos años solicitando un maestro, pero nunca es tarde. Ahora sí los chamacos aprenderán a leer y escribir, luego sabrá porque nos urge, pero antes habrá que construir la escuela.
-Entonces, hay que empezar por lo primero…pues ahí si les pido que no me dejen solo.
“¡Jamás!…siempre contará con nosotros, eso téngalo por seguro”.
-De igual forma, creo que nos vamos a entender muy bien.
Así iniciaba la historia del profe Ricardo en “Rinconada”, la cual años después se convertiría en el misterio que muchos quisieron olvidar”.
De manera que no solo en este tu día, sino por siempre y donde quiera que te encuentres, maestro, ¡bendito seas!.
Y hasta la próxima.