Cada ciudad tiene su propia historia, sus leyendas y sus personajes que en sus respectivas actividades trascienden en el tiempo por haber contribuido de alguna manera a la convivencia social, al esparcimiento y a la forjación de momentos que jamás se olvidarán.
¿Cuántas generaciones bailaron al ritmo de la orquesta “Tampico”? Desde el Casino Moctezuma, el balneario “Villa del Mar”, el “Jardín Corona” y hasta en aquella modesta “Esquina Superior”, los acordes de una banda de músicos amenizaban tertulias donde se tejieron de manera romántica relaciones personales que han durado toda una vida con recuerdos imborrables.
Murió el maestro Claudio Rosas, el artífice de una orquesta que compitió con los mejores conjuntos musicales de su tiempo como Carlos Campos, Pablo Beltrán Ruiz y hasta Ray Coniff, al grado de que fue contratada para tocar en la Unión Americana que le valió el título de la “internacional”. Fue un auténtico embajador musical que puso muy en alto el nombre de la tierra de las jaibas.
Músicos salidos de su grupo tocaron en orquestas famosas nacionales como un legado que supo construir para quienes seguían sus enseñanzas, como una comunión entre maestro y discípulos. Su hermano “Rubi” Rosas fue uno de los mejores bateristas del país que embelesaba con sus tambores y platillos magistral y armónicamente combinados que hacía que los danzantes se detuvieran para escucharlo.
Piezas como “El Tema del Departamento”, “Andalucía”, “Volver a Empezar” y “Las Hojas Muertas”, acompañaron los compases de miles de parejas, lo mismo en fiestas familiares que en celebraciones masivas como la navidad y el año nuevo.
Hombre sencillo hasta su fin, dijo alguna vez que él solo pretendía llevar su música a la universalidad, donde los idiomas son lo menos importante y donde el ritmo y el baile son gobierno.
Por eso, sería conveniente que las autoridades le rindieran un merecido homenaje póstumo como el ícono que fue de la identidad tampiqueña durante décadas.
El maestro Claudio Rosas fue un músico, arreglista y director que dedicó la mayor parte de su vida a hacer de los sonidos melódicos una sublime forma de acercamiento social acompañado de un equipo al que supo integrar, preparar y coordinar de manera singular.
Hoy se ha ido. Pero en la mente de muchas generaciones no solo queda grabada la imagen de un maestro de la batuta que llenó toda una época, sino la de un constructor de recuerdos indelebles que no solo se llevan en la memoria sino en el corazón. Esta es una reflexión.raulpazos45@gmail.com