Travis Stackhouse, un estadounidense de 29 años, mató a golpes a su pequeño hijo por comerse la última rebanada de cheesecake.
Al notar que no estaba el último trozo de pastel, el padre golpeó al menor en la cara y estomago a puñetazos.
Al llegar a casa más tarde, la madre del infante notó que el padre ya no estaba, pues había salido con sus amigos a un bar, sin embargo se percató de que algo estaba mal con uno de sus hijos, así que llamó al servicio de emergencias. Lamentablemente, los médicos no lograron salvar al niño y confirmaron su fallecimiento.
Travis tubo que declarar ante la policía, pero solamente comentó que su hijo se había caído de las escaleras mientras jugaba con otro niño y que había estado bien hasta que vomitó por un dolor de estomago. No obstante, los especialistas aseguraron que las lesiones del menor no correspondían con la versión de su padre.
Los paramédicos confirmaron que el menor de edad falleció a causa de una herida en el abdomen, pues tenia los riñones magullados y una glándula suprarrenal rota, además de moretones en sus ojos, labios rotos y desgarre en el esternón.
Más tarde, Stackhouse confesó que había golpeado al menor y estaba molesto porque tres de sus cinco criaturas se estaban comiendo su postre del Día del Padre.
Evidentemente, el homicidio de su hijo fue el efecto de agresiones de tiempo atrás, al parecer tenía la costumbre de golpearlos y durante el interrogatorio el agresor no conocía los cumpleaños de sus niños, tampoco pudo deletrear sus nombres.
Finalmente, la Fiscalía lo acusó de homicidio culposo en primer grado y fijó una fianza en 100,000 dólares. El 5 de julio será su audiencia preliminar y de ser resultar culpable podría ser condenado a 60 años de prisión.
CON INFORMACIÓN DE RT