Por Rigoberto Hernández Guevara
La vida es una procesión de olvidos. En una ciudad que se aleja, la vida es quedarnos en otra que nos habla.
Las preguntas son las respuestas que hay con el ordenador apagado. Como el silencio. El libro de la vida es un grueso legajo de palabras escritas en un español viendo por la ventana. Me escribo yo mismo a partir de ir borrando. La ciudad se gana a pulso e igual se pierde como si nada; si cierro los ojos, si la vuelvo a escribir, no existe una de las dos que dije.
Es cierto que la ligereza ganó al espacio en blanco que voy borrando. He escrito historias borradas de antemano, cosas que no hice pero quedaron en el recuerdo. Intentos vanos, calles nuevas, cielos limpios, tranquilos puertos escritos sin manos, sin dibujos.
Se puede ser música repleta de ruido en medio de una realidad que no sabe escuchar o no puede escuchar siendo al fin y al cabo lo mismo. Se podrá desbaratar el teorema para vivir a holganza y a semejanza del otro yo que no escribe, que lee cuentos de amor en los cuales al final todos son felices, pero la vida se escribe.
Desde temprano sentí la somnolencia y el pulso de la mano, el latido del corazón acelerado huyendo de las estaciones en que se queda el tiempo una vez que lo terminamos, así sea que no lo hayamos comprendido, y escribo.
Sujeta así de esa manera ciudad Victoria espera a que el sol crezca y luego caiga. Puede que llueva. La vida está expuesta al escarnio de los ojos. Frente a frente la silaba derroca la espera de las noticias de afuera y las borro con el pronóstico climatológico.
De este lado a veces me ayuda el recuerdo, borra lo necesario. Lo que ya he olvidado. Me obliga lo olvidado a detallar lo que ahora es silencio inútil. ¿Entonces por qué sé, por el modo de caminar, cuántas vueltas da a una plaza una señora? ¿O a las cuántas pedradas te van a mentar la máuser?¿Cómo obtuve esos datos?
Dirán quienes me han leído que escribir no es fácil a cambio de irlo borrando todo, eso es verdad. Hay quienes crean todo el tiempo y tampoco les ha sido fácil perder lo realizado. Escribir es cada vez como se nace. Como se muere. Salgo de un texto como de mí mismo, de la ropa, de la camisa que trae poemas en una bolsa.
Los asuntos que son se describen, van hacia abajo, al cesto, dejaron de existir en ese rato mientras se escribían en los alrededores de la cuartilla. No hay asuntos sin ciudad, dentro de uno es que la ciudad existe. Por eso se escribe.
Afuera, la calle cocina el asedio de palabras rabiosas. Se escucha el ulular de las sirenas, el viento de hombrecillos callejeros sin fuero, solitarios de oficio hormiguero, taladros del sueño, esquizofrenias de otros. Gente que no existió y ha existido al mismo tiempo.
La neurosis es cierta en las palabras que se persiguen siempre las unas a las otras. La nostalgia es verdadera sin el huerto seco, sin el muerto. La neurosis real escurre por mis dedos y campea por debajo de las puertas, de las prensas de nuestras ideas. Entonces creas el mundo, la rebatinga por la sed y el hambre necesaria. Pero corres, tienes hambre, sed, sueño y hueco y corres y trepas al carro.
Describo esto con los dedos, borro con tiza, con sal y excremento. Borro la literatura de principiante, de ausencia, de amoríos extraños y perniciosos en la comida, en el sueño en el cual fueron soñados.
Y borro el sol, la luna, las ganas de amanecer y anochecer. Borro el noticiario, el amanecer bueno. Borro las ausencias, las locuras en el cuaderno, borro las patrias hipócritas, las jornadas largas y escribo.
Borro la entre pierna en otra, borro el estepario silencio de mi voz en el terror de una daga cruzada, borro mi mano dibujada, el soldado en la esquina, la mujer de la ducha, el arrullo de esta noche que se pierde. Llamo a mi puerta y no abro, borré el pestillo, la aldaba, el escuchador que fui atrás de una puerta.
Escucho mi soledad a cuestas y voy cantando su canción sencilla con la cual empiezo esta vida, una canción de tres palabras aprendida en la escuela primaria.
Y escucho por último mi almohada, mi regocijo. Justo en el momento en el cual caen las palabras, borro el enunciado, el sustantivo calificativo, la luz, el verso con todo. Empiezo a escribir al revés. Regreso palabra por palabra sin desdecirme en una sola letra. Escribo para no borrarme por completo.
HASTA LA PRÓXIMA