La popularidad del Presidente no
ha sido afectada. El culiacanazo
se ha analizado desde muchos
ángulos: la ineptitud, las medias verdades,
las contradicciones, la dilución
de responsabilidades, la ruptura de las
cadenas de mando, la debilidad del
Estado, la captura de las autoridades y
las policías, el papel de Estados Unidos
y la reputación internacional. Falta el
del impacto en la opinión pública. Es
necesario partir de la base de que hasta
el momento la mayoría de los acontecimientos
negativos no han hecho
mella en la popularidad del Presidente.
Ni aquellos que le “sucedieron” ni
aquellos provocados por las acciones
del propio gobierno.
La explosión de Tlahuelilpan con
sus 135 muertos no tuvo repercusiones
en la aprobación de López Obrador
como no las tuvieron la emboscada y
asesinato de 13 policías en el municipio
de Aguililla, en Michoacán, los 15
muertos de Iguala o los más de 22 mil
muertos contabilizados en lo que va del
sexenio.
Tampoco ha costado al Presidente
el desabasto de medicamentos y vacunas
como las del cáncer y el dengue o
el lío en el que se metió cuando quiso
cancelar los contratos y suspendió la
operación de los gasoductos.
¿Le restará puntos el fallido operativo
que llevó a la captura y liberación
de Ovidio Guzmán en Culiacán con
los ocho muertos, 16 heridos y 51 reos
fugados, además del pánico entre la
población y el amago a las familias de
los militares? Por lo pronto tenemos
las encuestas de El Financiero y del
periódico Reforma, que más que evaluar
la popularidad del mandatario se
concentran en las decisiones tomadas
y en la aprobación de la estrategia de
seguridad.
Más del 90% de la población se
enteró de lo ocurrido y en ambas encuestas
son más los que responden que
ven un fracaso en la estrategia de seguridad
que aquellos que la aprueban.
Aunque con diferencias en los porcentajes,
también en ambas encuestas la
mayoría de los consultados están en
desacuerdo en la liberación del hijo
de El Chapo. Según Reforma, 49%
estuvo en desacuerdo con la liberación
contra 45% que estuvo de acuerdo. En
el caso de El Financiero, la diferencia
fue mucho mayor: el 51% piensa que la
decisión fue equivocada y 39% que fue
correcta.
Más preocupante –aunque esto
también ocurría con Calderón y Peña
Nieto- es que la población perciba al
crimen organizado como una “institución”
más fuerte que el gobierno o el
Estado: 56% versus 33%. Está opinión
queda reconfirmada cuando el 45% de
los ciudadanos responde que se liberó
a Ovidio Guzmán porque el gobierno
federal se vio rebasado por el Cártel
de Sinaloa y el 61% que después de lo
sucedido en Culiacán el gobierno de
AMLO salió debilitado (Reforma).
Finalmente, las dos encuestas coinciden
en que en materia de seguridad
los ciudadanos piensan que el gobierno
debe combatir al crimen organizado
más que evitar la violencia: 60% versus
35% (El Financiero). O que el gobierno
debe combatir frontalmente al crimen
organizado (50%) versus negociar
(39%).
A decir de la encuesta de El Financiero,
la popularidad del Presidente se
mantiene estable con un porcentaje de
aprobación del 67% para octubre. No
obstante, y esto también lo confirman
estudios previos de Reforma, la aceptación
de las políticas públicas y acciones
del gobierno va constantemente a la
baja. En los casos de salud, pobreza,
corrupción y seguridad pública son
mayores los porcentajes de desaprobación
que los de aprobación.
Estos números concuerdan con
los de la opinión publicada. Cada vez
son más los analistas que reprueban
las políticas públicas de la presente
administración.
Nunca he pensado que los gobiernos
deben guiar sus acciones y decidir
sus políticas públicas, por lo que agrade
a la población. Los gobiernos están
para resolver problemas y sostener la
viabilidad de los territorios que gobiernan,
aunque esto suponga una merma
en su popularidad. Entre otras cosas, es
por ello que he rebatido los argumentos
en los que López Obrador se basa
para introducir las consultas populares
o la revocación de mandato: el pueblo
decide.
Pero esto no significa que el gobierno
preste oídos sordos a lo que piensan
los ciudadanos, los expertos o los
analistas. Simplemente no es aceptable
que ante la evidencia, no de las percepciones
sino de la realidad, el Presidente
comunique que: “… aprovecho para decirles
a los que piensan de esa manera
que no vamos a modificar la política en
materia de seguridad”. A veces vale más
escuchar que hablar.