La información corrió como la liebre. Al menos tres mujeres y seis niños miembros de la familia Le Barón de Chihuahua, miembros de la comunidad mormona de ciudadanos de México y Estados Unidos, fueron asesinados en Sonora. Fueron emboscados, acribillaron a un niño cuando corría para huir, mientras sus hermanos y su madre morían calcinados en una de las camionetas en las que viajaban.
Vivimos la secuela del culiacanazo, donde los criminales están empoderadas ante un gobierno federal rebasado, sin rumbo, y crecientemente aislado.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, quiso desviar el debate sobre la operación fallida en Culiacán y desató una cacería cibernética contra periodistas, que escaló a alertar sobre la gestación de un golpe de Estado. No lo vencerán, proclamó, y utilizó como efecto de demostración la fábula de Esopo, “Las Ranas Pidiendo Rey”, que concluye con una víbora de agua enviada por Zeus, que atrapó a todas las ranas opositoras y las devoró sin compasión. El enviado de Dios -él-, contra los que piensan distinto. Fue una metáfora de poder. Pero hay otra que podría servirle más al presidente, la del paradigma.
El Paradigma de la Rana es un ejercicio en Teoría de Juegos, que consiste en colocar a un batracio en un balde de agua sobre la estufa. Gradualmente se va subiendo la temperatura, pero la rana no siente nada raro, ni se da cuenta que su entorno se está alterando. Sólo hasta que comienza a hervir el agua, comprende que algo grave sucede. Demasiado tarde; la rana se coció por dentro. Este ejercicio tiene como fin ilustrar la falta de capacidad para reconocer la alteración de los factores externos a fin de tomar medidas correctivas, y suele ser una de las razones del fracaso de gobiernos, que insensibles ante esos cambios, entran en una dinámica perniciosa.
El culiacanazoes el balde subiendo la temperatura, y el presidente no quiere darse cuenta, o es muy orgulloso para admitir que está equivocado, por lo que corregir o cambiar el rumbo, está fuera de discusión. El presidente ha insistido, tras la liberación de Ovidio Guzmán López hace 20 días, que seguirá sin enfrentar a la delincuencia organizada. Alfonso Durazo, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, lo ratificó ayer en el Congreso, y justificó el desastre de la política de seguridad que ha instrumentado. “No podemos revertir una tendencia históricamente creciente”, dijo. “A partir de diciembre tendremos punto de inflexión”.
Una mentira más. La “tendencia históricamente creciente” es a partir de mediados de 2015 -tras cuatro años de baja sostenida-, derivada del mismo error que cometió el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto -con el mismo argumento que López Obrador-, no combatir criminales, que se combinó con la entrada en vigor del nuevo sistema penal acusatorio, que puso en la calle a miles de delincuentes. La realidad sepultó las razones morales y la ingenuidad e ignorancia del gobierno ante un fenómeno que desconocen. De ahí el no combate a las organizaciones criminales y sus subsiguientes derrotas.
El presidente vive su propio paradigma de la rana. No está escuchando lo que le grita la realidad. Lo que sucedió con la familia Le Barón mostró la calidad de violencia inhumana que se vive en México, y que no parece comprender en toda su magnitud. Lastimar a las Fuerzas Armadas con discursos políticos coyunturales, lleva a amagos como los del presidente Donald Trump, quien al reaccionar por el asesinato sus connacionales en Sonora, ofreció ayuda a México para enfrentar a los cárteles, que “se han vuelto tan grandes y poderosos que a veces necesitan un ejército para derrotar un ejército”.
La percepción que nuestro Ejército es incapaz, lo debilita a él y a todos. López Obrador rechazó la ayuda de Trump, pero sigue en lo mismo. Su estrategia está desarticulada y el país tiene dueños regionales empoderados, mejor armados, con mejores finanzas y capaces de chantajear al presidente. La rana se está cociendo rápidamente en la olla.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
…