CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.-Un laberinto se extiende desde la entrada hasta el final del patio compuesto de veredas que trazan complicadas curvas. Quien se atreve a entrar debe sortear los diferentes obstáculos que tanto en el piso, colgando del techo y salientes a los lados van formando una especie de mini ciudad.
Tal lugar esta formado por montañas de metal, plástico, cucho y vidrio.
Los montones de objetos guardan mucha similitud entre si, pero el lector no debe confiarse a lo que sus ojos se muestra pues cada pieza es particularmente distinta.
El guía va a la cabeza señalando con un dedo (como repasando mentalmente un extenso inventario) cada pedazo de metal cuyas dimensiones se pueden diferenciar de las otras por solo un milímetro o varias pulgadas.
El viejo de pelo cano y ojos cansados se detiene frente a una pirámide de partes grasientas y tras mover algunas encuentra finalmente aquella que para el cliente representa un preciado tesoro. Faena digna del mejor arqueólogo que explora confiado sus terrenos.
Sin embargo el sabio chista los dientes y observa algunos números impresos en relieve sobre el pedazo de metal.
“Este no es, este tiene los tornillos al revés” dice casi casi en verso y vuelve a hurgar entre el montón.
– Este es joven, el MAF que usted busca – Dice finalmente el guía, lo sacude un poco y lo entrega al cliente en sus manos.
– Es para cuatro cilindros, ¿verdad? – Pregunta el muchacho
– Ese mero…sensor del flujo de masa de aire para Ford Contour de cuatro cilindros y válvulas.
El joven suspira aliviado, pues llevaba prácticamente todo el fin de semana en busca de ese aparato sin éxito.
Ambos personajes regresan por la soleada vereda hasta la carpa donde pacientemente el administrador del lugar espera.
Acto seguido empieza el “estira y afloja”: el cliente, como siempre, trata de obtener el mejor precio por la refacción que necesita. El encargado pondrá sus mejor cara para sacarle provecho a la transacción, pero al mismo tiempo ganarse un cliente que regresará confiado de saber que le dieron un trato justo.
Finalmente llegan a un acuerdo. La compra-venta ha sido exitosa. Un cliente satisfecho más.
El silencio de este solitario lugar es interrumpido de vez en cuando por los autos que pasan sobre la carretera a toda velocidad, y en otras ocasiones por el impacto del martillo y el rechinido de tornillos que se rehúsan a ser retirados. Es un el lugar donde se reciclan las tripas y huesos de los autos que han dejado de circular. El paraíso de los motores jubilados: el yonque.
Los empleados de este lugar no son solo vendedores, tienen que tener buen dominio del catálogo de piezas de cada auto, camioneta y hasta camiones. Pueden diferenciar un motor de arranque de un coche marca Ford, al de un Dodge y un Chevrolet. Conocen el tipo de tornillos que sujetan un “cárter” al de una transmisión y hasta de los que se conectan a una batería. Modelo, línea y hasta color, pueden ser determinantes en la utilidad de una pieza.
Pero la chamba empieza desde mucho antes, al comprar algún vehículo en calidad de chatarra, chocado, con detalles mínimos y hasta desvielado. Quienes trabajan en un yonque saben que hay autos cuyas partes son muy solicitadas y otras que ya no lo son tanto.
Al llegar una nueva unidad al patio, pasa a ser desmantelado, porque de nada sirve tener cierta pieza sino esta disponible para ser comerciada. Cada vehículo debe ser desarmado: motor, transmisión, tablero, marchas, interiores, faros llantas, cristales, y hasta puertas y cofres etc. Es una tarea que garantiza la existencia de ese preciado tesoro que el cliente busca.
“Pues si es una chinga desarmar los carros, de nada sirve tener una pieza si no esta a la mano, un buen yonque es aquel que sabe de piezas y las tiene a la venta, sino, no pasa de ser un corral con carros descompuestos” comenta Felipe, quien desde hace mas de diez años es empleado de este negocio al Caminante.
Los yonqueros tienen mucha chamba pues acaba de llegar un Malibu 2002 que deberá ser desmantelado en la próximas horas (ambas puertas delanteras ya están separadas para un cliente de Llera) y el Caminante sabe que la mejor manera de ayudar es no estorbar.
La tarde cae y los martillazos y el desarmador eléctrico empiezan a deshuesar el coche. Es otro día mas en este lugar donde los autos resucitan de poco a poco. Demasiada pata de perro por esta semana.




