Si los medios extranjeros se asombran del comportamiento político público del presidente López Obrador ante la pandemia, quizá debieran aplicar el modelo Alan Riding, corresponsal del The New York Times en México en los setenta: pensar como mexicanos.
El principal cálculo político del presidente López Obrador se basa en las expectativas político-electorales: en las elecciones de 2021, aún con el partido Morena deshecho en tribus internas, el liderazgo presidencial podrá mantener a su coalición como primera fuerza electoral y ganar diez de las quince gubernaturas en pugna, sobre todo por la ausencia organizativa de la oposición.
El principal cálculo social radica en la posibilidad de que el saldo negativo de la pandemia de Covid-19 sea menor al de la pandemia del H1N1 de 2009, cuyas cifras fueron menores a la sobrerreacción: más de 70 mil infectados y más de mil 100 fallecidos.
El principal cálculo económico radica en las cifras del PIB que no le preocupan porque su objetivo presidencial es consolidar su modelo social de distribución directa de la riqueza y de proyectos de infraestructura pensados como opositor ante circunstancias diferentes. Con todos los datos de que el PIB sería negativo en 2019 –sin pandemia–, mantuvo su estrategia social ajena al desarrollo económico. Al final de cuentas, el PIB es efecto de decisiones de inversionistas privados que suelen dominar al Estado y del enfoque de que los empresarios van a tener que invertir para ganar dinero sin controlar al Estado. El PIB negativo, sería el razonamiento presidencial, afecta más a los empresarios que al gobierno.
Y el principal cálculo personal radica en la convicción de su fuerza de liderazgo. En tres ocasiones y ante circunstancias diferentes de presiones opositoras, López Obrador ha repetido una autopercepción: “soy indestructible”. Primero
fue en 2003 al responder a los ataques agresivos de diputados por mover el techo de endeudamiento, después fue en plena campaña del 2006 por la guerra provocadora de la oposición: “soy políticamente indestructible”. Y la tercera en febrero de 2018 cuando ya encabezaba las encuestas: “soy políticamente indestructible”. En las tres ocasiones afirmó que su escudo protector era la honestidad.
De los cuatro cálculos, el del PIB generará más debates por ser una de las variables determinantes de organismos financieros y empresarios. Los tropiezos de 1995 y 2009 provocaron PIB negativo circunstancial y ante eventos no controlados: el colapso político y la devaluación de 1994 y la quiebra de financieras estadunidenses en 2009. Por estrategia centrada en la reactivación, el PIB ser recompuso en 1996 (6.8%) y en 2010 (5.1%), para terminar con promedio anual sexenal de 1.7% con Zedillo y 3.26% con Calderón.
La clave se localizó en la existencia de un modelo de desarrollo funcional al crecimiento económico y pactos políticos y sociales con la oposición y los empresarios. La caída del PIB de -0.1% en 2019 no preocupó al presidente López Obrador y nada hizo para recomponer el rumbo productivo. La prioridad del presidente es su proyecto social.