MÉXICO.- Ramón Ayala fue el cuarto hijo, de un total de nueve hermanos, y nació el 8 de diciembre de 1945 en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, siendo el cuarto hijo de un total de nueve hermanos, y fue registrado por sus padres como Ramón Covarrubias Garza.
La familia Covarrubias Garza vivía en una colonia muy humilde de nombre “Argentina”, en el municipio de Monterrey. Don Ramón, su padre, trabajaba como obrero en la fundidora de fierro y acero de esa ciudad y los fines de semana se desempeñaba como músico de cantina y fiestas.
Una anécdota que sin duda merece ser contada, ya que años después sería fundamental para el nombre artístico de nuestro personaje, ocurrió cuando su padre siendo muy joven, allá por fines de los años 30´s, principios de los 40´s del siglo XX, fue a pedir trabajo a la fundidora y se lo negaron, y al ver lo triste que se puso, un ejecutivo de la empresa de apellido Ayala, decidió ayudarlo, y lo hizo pasar como su hermano, firmando él mismo su contrato; realizándose a los pocos días una acta de nacimiento apócrifa con ese apelativo.
Antes de partir a Estados Unidos el papá de Ramón Ayala le encargó que siguiera practicando el acordeón, para cuando regresara siguieran tocando en las rancherías y ejidos de la región.
En días posteriores debieron ser muy tristes al ver colgado el bajo sexto de don Ramón en la pared de su casa y no tener con quién tocar; sus hermanos eran aún muy pequeños.
La necesidad lo hizo salir a buscar trabajo
El dinero que dejó don Ramón Covarrubias pronto empezó a escasear, y doña Natalia Garza Jiménez no sabía qué hacer para mantener a sus hijos.
Ramón por ser el mayor de los varones, tuvo que buscar la forma de aportar al gasto de la casa, y evitar preocupaciones a su progenitora.
Se le ocurrió comprar un cajón de bolear, no sabía, pero la necesidad era mucha.
Este oficio le serviría a Ramón Ayala para dos cosas: para ganarse unos cuantos pesos y ayudar su casa, y para conocer a los músicos de Reynosa; ya que, por ser menor de edad, no podía meterse a las cantinas para escucharlos y conocerlos, y como bolero sí podía hacerlo.
Sabía que pronto encontraría a un compañero que le dio la oportunidad.
Recordaría, años más tarde, que las botas amarillas le quedaban de color café.
En el Cadilac conoce a Cornelio Reyna
Un día, que andaba con el cajón entró a la cantina “El Cadillac”, ubicada en el barrio El Central de Reynosa, la cual era punto de reunión de los muchos músicos. Ahí vio sentados en la barra, ensayando, a Cornelio “El Teco” Reyna y Juan Peña, que en ese tiempo integraban el “Dueto Carta Blanca” y ya habían grabado dos LP’S, que incluían canciones como: “Cuatro carreras”, “El reniego”, “De mis amigos rodeado” y “Pa’ que me cuentas tu vida”, entre otras.
Al estar practicando, Ramón interrumpe a Juan para ver si le prestaba el acordeón para tocar una polka, pero el músico lo hace a un lado, diciéndole que dudaba que supiera tocar, temeroso quizás que le desafinara el instrumento.
Entonces interviene Cornelio y le dice “préstasela, a lo mejor sí sabe”.
Peña cede con mucha desconfianza, y Ramón muy emocionado empieza a tocar “Rossa Anna”.
Cuentan que todos los músicos presentes en el bar se pusieron de pie, sorprendidos y admirados al ver con qué facilidad el adolescente de 15 años ejecutaba el Hohner.
Le dijeron que para qué andaba de bolero si tocaba muy bien.
Él les dijo que no conocía a nadie, que tenía poco en la ciudad, que por eso andaba en las cantinas buscando a alguien que lo acompañara.
Ese honor ya se lo peleaban varios de los conjuntos que ahí rondaban.
Lo presentaron al Sindicato Nacional de Filarmónicos de Reynosa, quienes en un principio se negaron a darle su anuencia, ya que aún era menor de edad.
Finalmente, como en México todo se puede, se la extienden.
El niño Covarrubias: el prodigio del acordeón.
El primer compañero de “El Niño” Covarrubias, sobrenombre con el que fue bautizado, fue Homero Guerrero “El Cadete” QEPD, con el “taloneo” algunos días.
Al mes de haberse conocido, Cornelio Reyna le propuso que trabajaran juntos, y a Ramón le gustaba el estilo de voz y la forma como tocaba el bajo sexto, así que no lo pensó dos veces.
¿Quién era Cornelio Reyna?
Cornelio era hijo de Román Reyna Segovia y de María Cisneros Almaguer, había nacido el 16 de septiembre de 1940 en la ranchería de Notillas, Coahuila. Su padre y su abuelo también habían sido músicos.
En su adolescencia vivió en Monterrey, y poco después se trasladó a Reynosa en busca de su madre; ahí trabajó en una ladrillera, antes de conocer a Juan Peña.
Durante sus años en el “talón” pasaron mucha miseria, al grado que Cornelio solo tenía un pantalón y muy deteriorado, mientras que Ayala contaba con dos parchados de la sentadera.
Los Relámpagos empezaron a tocar en cantinas
En un tiempo el papá de Ramón los acompaña con el tololoche. Cuando terminaban de trabajar se iban a la casa de Reyna, y su esposa les preparaba un guisado. Era tanta la pobreza, que, en lugar de sillas, se sentaban a comer en unas cajas de reja.
Paulino Bernal los lleva a grabar
Un día de 1963, el famoso músico tejano Paulino Bernal cruza al lado mexicano con su esposa, pues ella iba a realizar unas compras al mercado El Parián.
Él, mientras tanto, aprovechó para tomarse una cerveza a la cantina de enfrente.
Estando en ese lugar, se aparecen dos jóvenes músicos ofreciéndole unas melodías.
Bernal los contrata, ¡y en dólares! tocando varias de su repertorio, hasta que los detiene y les dice:
¡Nunca van a lograr nada si siguen así! ¿Por qué lo dice? ¡Pues todas las canciones que me cantaron son de los Alegres de Terán, necesitan tocar algo propio! ¡Claro que tenemos canciones propias!, dijo uno de ellos.
A ver, quiero escucharlas, y empezaron a cantar… Le gusto tanto, que se ofreció a grabarlos en su compañía disquera de McAllen, Bego Records.
Les dejó su tarjeta y se fue.
A partir de ahí el destino les cambio.
Ya habían visitado varias casas grabadoras, pero en todas les hacían el fuchi.
Contaría Bernal años después, que no supo ni cómo, pero los muchachos cruzaron la frontera.
Paulino estaba asociado en esa disquera con Mr. González, afamado promotor musical de Michigan.
Tenían como estrellas a agrupaciones TexMex como El conjunto Bernal, Rubén Vela, Agapito Zúñiga –de Burgos, Tamaulipas–, Joey López y el gran Tony de la Rosa.
Así nacieron profesionalmente Los Relámpagos del Norte de Cornelio Reyna y Ramón Ayala.
Ya no llores fue la canción que los catapultó
Sus primeras grabaciones fueron: “Llora llora”, “Oh gran Dios”, “En Santa Amalia” y un cover de El Palomo y El Gorrión titulado “Ingratos ojos míos”, canciones que pasaron ni pena ni gloria en la radio.
El señor González ya los iba a despedir, pero Paulino Bernal intervino diciéndole que les completaran el disco.
El socio accedió y se terminó la producción con las siguientes melodías: “Celos y penas”, “Si al fin”, “El perdido”, “El mudo”, “Desvelos míos”, “Canto al pie de tu ventana”, “El Coyote” y “Ya no llores”; siendo esta última canción un éxito rotundo, del cual siguieron muchos más. En sus primeras presentaciones los
acompañó Luis Bernal –del conjunto Bernal– en la batería y Armando Hinojosa en el bass eléctrico.
La esposa de Paulino les dio unas clases de inglés y se fueron con Eloy Bernal y su conjunto por dos meses de gira, pues Paulino los había agendado varias ciudades de Texas.
Fueron el éxito más grande que haya habido hasta ese tiempo.
Conocen a Servando Cano
En 1964 Los Relámpagos del Norte eran contratados cada mes, por un conocido banco de Reynosa para que amenizaran sus fiestas; es ahí donde entablan amistad con un joven cajero de nombre Servando Cano.
En 1965, ante la necesidad de alguien que supiera de números, deciden Ramón y Cornelio contratar a su amigo como representante.
Recordaría el señor Cano que su madre se opuso mucho a esa decisión.
Para esa época ya andaba Raúl Pérez en la batería y José Martínez «El Barragas» en el bajo eléctrico.
Después seguirían éxitos como «Comal y metate», «Ay ojitos», «Con la tinta de mi sangre», «Capullito de rosa», «Mi Tesoro», «Anhelo», «Ahí perdimos todo», «Baraja de oro» “El disgusto”, “Pancha machetes” –dedicada a una mujer de Notillas– y “Tengo Miedo”.
El dúo de jóvenes comienza a experimentar una arrolladora fama, inicialmente local y posteriormente a nivel nacional. En la cúspide de su fama, Antonio Aguilar los invitó a grabar en 1965 la película “El hijo de Gabino Barrera”, siguiéndole en 1967 “La captura de Gabino Barrera” y “El ojo de vidrio”.
Cornelio Reyna abandona el grupo y triunfa con mariachi
En la cúspide de la fama, a Cornelio se le mete el gusanito de cantar como solista con mariachi, aun así, graban “El álbum del 70”, el cual sería el último y en el que se desprendieron temas como “Me caíste del cielo”, “Carta jugada”, “Idos de la mente” y “Eso si nunca podrás”, los cuales fueron unos de sus éxitos más famosos, y que aun las nuevas generaciones escuchan.
A principios de 1971 Los Relámpagos del Norte llegan a su fin oficialmente.
A pesar de que se dicen muchas cosas sobre su separación poniendo en tela de juicio muchas cosas, nada de esos rumores resulta ser cierto, conservando Cornelio Reyna y Ramón Ayala una estrecha amistad y actuando de vez en cuando en algún evento privado.