CD. VICTORIA.- El Caminante, como muchos miles de personas más, esperaba que este 2020 fuera un año de muchos parabienes. Desde 2019 había estado trabajando duro para saldar algunas deudas y créditos y poder tener un ‘guardadito’ para pasar unas inolvidables vacaciones familiares con sus padres y demás familiares en la primavera.
Los primeros dos meses de esta vuelta al sol transcurrieron de manera tranquila, y el Caminante se dedicó como siempre a darle voz a aquellos ciudadanos de a pie que merecen ser escuchados en su colorida y sabrosa jornada a pata de perro por las arterias de la populosa capital tamaulipeca.
Sin embargo para ese entonces una combinación de circunstancias se gestaba en el lado opuesto del planeta que vendría a modificar no solo su oficio, sino sus medios de supervivencia, su entorno familiar, sus planes y su salud misma.
Primero empezó como noticias del lejano continente asiático, sobre una nueva cepa de virus desconocida que estaba poniendo en jaque a una remota provincia en el país chino. Imágenes de médicos completamente cubiertos trasladando enfermos y cuerpos encapsulados era una estampa que se veía tan lejana y a la vez típica de desgracias y desastres ecológicos en una nación tan distante.
Luego empezó el terror internacional y la exportación de casos. Italia, España y otros países empezaron a registrar contagios. Semanas después se tenían los primeros casos confirmados en la República Mexicana. Fue declarada la pandemia por Covid-19.
Poco a poco fuimos testigos de cómo los contagios fueron sumando dígitos. Fue cuando el problema se tornó real. Las escuelas cerraron sus puertas, las oficinas se vaciaron, el comercio entró en pánico, los cubrebocas se convirtieron en un accesorio habitual y todo mundo se recluyó en sus casas y empezó a guardar la sana distancia.
El andarín cronista de la actividad urbana empezó a relatar en sus escritos semanales la forma en que cada personaje, cada escenario, cada avenida, banqueta o puesto callejero era impactado por la contingencia. A mediados del mes de julio, pareciera que ya no había mas aspectos del tema para cubrir y ser testigo. Hasta que de tanto domar al león por la cola, éste logró darle un zarpazo al Caminante: se contagió de Covid en sabrá Dios donde.
El Caminante estaba saliendo de una lesión en su espalda que le había restado inmovilidad y le producía intensos dolores en un brazo. Después de visitar a su huesero de cabecera y a una quiropráctica su lesión empezó a sanar pero aún lo mantenía en cama y con pocas horas de sueño debido al dolor. Fue en ese entonces que una noche el vago escribidor sintió como si algo le hubiera quitado todas las energías del cuerpo.
Empezó como una debilidad, y por las noches sudaba frío. Una especie de fiebre no muy severa pero que le hacía empapar la ropa en un santiamén. Por la mañana una temblorina se apoderó de él y llegó el momento de que no podía sostener una taza de café en la mano. Los dolores de cabeza se hilaban uno tras otro a cualquier hora del día y en la garganta una leve sensación de inflamación que le produjo una tos seca e intermitente. Además de esto la falta de apetito e intolerancia a probar bocado le debilitaron aún más.
Dolor, temperatura, malestar general, insomnio, debilidad, así es como se sienten los primeros cuatro días en que el padecimiento se hace notorio.
Sin embargo su caso no se agravó. Fue uno de los afortunados casos ambulatorios de solo debían mantenerse en reposo y aislamiento.
Aunque el Caminante sabía que el Covid le había ‘pegado despacito’ su humanidad se vió afectada de manera notoria: bajó de peso de manera meteórica, batalló para realizar tareas tan comunes como bañarse, afeitarse o simplemente ‘hacer popó’ (sí así, escrito con todas sus letras) el hombre nunca imagino que un simple virus fuera tan agresivo… en su versión más ‘light’.
El único medicamento que le prescribieron fue un analgésico para los dolores de cabeza y la febrícula, además de la ingesta de una dieta blanda y muchos líquidos, con reposo absoluto.
De acuerdo a la opinión del médico, el virus sería neutralizado por su cuerpo en cuestión de diez días o doce, pero era necesario seguir al pie de la letra las recomendaciones de cuidado y aislamiento social para no propagar el virus.
Por ahora el Caminante se encuentra en casa, recuperándose y haciendo Home Office. Ya vendrán días mejores en los cuales podrá salir y entre mezclarse con los infinitos colores de la ciudad, y haciendo lo que mejor hace: andar de arriba y abajo, de pata de perro.