TAMAULIPAS.- Aunque los candidatos de Morena mantengan su mayoría en las elecciones de junio próximo, el accidente en la Línea 12 del Metro será una espina clavada en el grupo político y de poder que tomó el control de la capital de la república en 1997.
Y el problema no será electoral de manera estricta porque Morena podría seguir manteniendo sus posiciones, sino de efi cacia en la gestión de gobierno y de construcción de una corriente política dominante. Y en tanto en Ciudad de México no exista un relevo alternativo político-partidistaideológico a Morena que tampoco sea el viejo PRI, la gobernanza y gubernamentalidad –el poder y la sociedad– en la capital deteriorarán la calidad de gobierno.
Más allá del lamentable accidente cuya investigación oficial reforzará o deteriorará la dirección política del presidente López Obrador rumbo al relevo legislativo de 2021 y al cambio presidencial en 2024, de nueva cuenta Ciudad de México será el foco del termómetro social, cultural, político, ideológico y de grupos.
La crisis en el Metro representa un desafío político al presidente López Obrador, cuya influencia en el manejo político electoral en la capital de la república viene desde 2000. El primer paso defensivo no fue el mejor: culpar a la prensa por sus criticas al gobierno, cuando la sociedad esperaba decisiones de investigación y responsabilidad más directas.
Los tres niveles político-administrativos tocan el espacio de poder presidencial: los responsables directos del gobierno capitalino –Marcelo Ebrard, Miguel Angel Mancera y Claudia Sheinbaum–, los indirectos en posiciones de jerarquía administrativa y los operativos como responsables de protocolos de seguridad.
El sistema político priísta que se nutrió del modelo romano de tiempos de los Césares –por cierto, un detalle que recogió y proyectó de manera formal el Francisco I. Madero que invocó el presidente en su conferencia del martes– se basaba en el circo romano.
Sí; la sociedad necesitaba desde el primer momento de renuncias, separaciones de cargo y deslindamiento superior de responsabilidades y la creación inmediata de una comisión independiente de investigación.
La más interesada en ofrecer mensajes inmediatos era la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum como gobernante electa, pero la imagen sentadita en la conferencia de prensa mañanera del martes evidenció su nivel de regenta. Sus primeros mensajes intentaron congelar los efectos sociales de la crisis, pero fueron acallados con las imágenes de familiares devastados por las muertes.
Ahí, en ese momento, se requirieron de decisiones de ajustes inmediatos de cargos. Las primeras 24 horas fijaron la interpretación del accidente en una crisis política de gobierno.
Centralizar las criticas en los medios no atenuaron el efecto brutal de las imágenes de noticieros y redes. Era difícil suponer un desplazamiento de Sheinbaum del cargo capitalino, pero debió de haberse formado de manera rápida una comisión oficial de investigación, un grupo político de control de daños y sobre todo una comisión legislativa indagatoria.
En la crisis en el Metro en 2015 en la estación de Oceanía, los partidos en el congreso local eludieron la presidencia de una comisión investigadora por la confrontación; de entre todos, el único que apareció sin preocupaciones fue el diputado de Nueva Alianza, Jorge Gaviño, quien de inmediato se potenció para dirigir la comisión investigadora; de manera hábil, el jefe de gobierno, Miguel Angel Mancera, luego lo cooptó y lo designó director del Metro. El control de daños evitó una crisis.
INDICADOR POLÍTICO / CARLOS RAMÍREZ
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— Expreso (@ExpresoPress) January 5, 2021




