Sí, las mujeres somos mayoría en casi todo, más de la mitad de la población mexicana, más de la mitad del padrón electoral y más de la mitad en el sistema educativo, y aunque a consecuencia del patriarcado se nos trata como minoría, lo cierto es lo que las estadísticas comprueban como actualmente nos cuenta el INEGI, que del total de docentes en educación básica, 71 de cada 100 son mujeres; en preescolar 94 de cada 100 son educadoras y en secundaria 57 de cada 100 son mentoras.
Casi 70 por ciento de la planta laboral docente está integrada por mujeres, mientras que el 30 restante son hombres. Y aun así el día 15 de mayo es etiquetado como Día del Maestro, aunque ahora con el discurso inclusivo promovido por las feministas, algunos políticos dirán como colofón y “de la maestra”. Y el lenguaje importa, porque si no se nombran no existen.
Al 2020 la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo registra a 1.2 millones de docentes en educación básica, de esta cifra 878 mil son maestras y 378 mil hombres. Y los números importan, porque son ellas que en esta pandemia están cargando con dos clases al mismo tiempo. Una la que emiten en línea para su alumnado y otra, la que reciben en sus computadoras, celulares y demás dispositivos para sus hijos en la eterna cuarentena, con el modelo Aprende en Casa. Las mujeres están presentes en casi todas las actividades de servicio, de ahí que por tradición existan más maestras que maestros, pues según los cánones sociales ellas son formadoras por naturaleza, son ellas más pacientes para la enseñanza y sensibles ante el desarrollo integral del infante.
Estudios de décadas atrás hablan de la feminización docente, que se da principalmente por el ámbito económico y político, la incorporación de ellas se da precisamente porque los hombres rechazaban las labores de servicio y poca paga, sin embargo, con las mejoras salariales y la instalación de escuelas normalistas para varones, creció la participación de ellos y casi de forma natural, como las condiciones que establecen los códigos machistas, son ellos lo que ostentan los cargos directivos. Hay más directores de escuela que directoras.
En el siglo XIX cuando América Latina consolidaba la educación pública como un derecho, el sistema político estableció que este quedaría en manos de las mujeres, incluso textos que datan de los años veinte, relatan cómo los contratos de trabajo estaban diseñados solo para ellas, el acuerdo que establecía la escuela con la “señorita” tenía varios puntos, el primero “no casarse” si lo hacía quedaba despedida inmediatamente, no teñirse el pelo, usar más de dos “enaguas”, no usar faltas cortas, no pasear en carros de “señores”, no beber, no fumar y limpiar su aula y pizarrón por lo menos dos veces al día.
En la actualidad este papel resulta caduco, sin embargo, la tradición no permite avanzar hacia una docencia igualitaria, porque persiste la idea de asociar la educación inicial a la crianza y tareas domésticas.
En el ámbito universitario, en edades mayores a los 50 años, 6 de cada 10 docentes son varones, en tanto que en la población más joven las mujeres representan el 60 por ciento de la planta laboral.
Y sí la historia de la feminización docente se gestó complicada, en la actualidad no ha mejorado el panorama para las profesoras, ahora convertidas en educadoras a distancia, deben compaginar el cuidado de los enfermos en casa, la educación de sus hijos y la labor doméstica con el aula virtual. Y la desigualdad les acompaña.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE




