Un caso, lleva a otro caso, una historia es muy similar a otra y las noticias sobre asesinatos de mujeres siguen colándose entre las noticias escandalosas de las campañas, las estridentes de los espectáculos y las aciagas de una competencia política encarnizada de todos contra todos. De pronto, como espectadores ya ni sabemos cómo buscar los segmentos de las páginas rojas, amarillistas o de color.
Las que más duelen, las más constantes, son las doce muertes de mujeres que cada día se contabilizan en este país, los feminicidios como la máxima expresión de violencia de género.
La ciencia forense sigue documentando casos de hombres que asesinan mujeres, comparte las investigaciones con la prensa y nos enteramos a detalle del modus operandi de los feminicidas y no, no son monstruos. Son gente común y corriente, que se confunde entre vecinos y lleva una vida tan normal que la víctima queda imposibilitada de ver alguna conducta extraña que la haga pensar dos veces si se relaciona o no con él.
En la mayoría de los casos, las mujeres perecen frente a un agresor que puede ser su pareja, su familiar o amigo cercano, muchas de ellas, si alcanzaron a notar algo tan extraño, como que la violencia subía de tono, de sufrir violencia verbal, emocional, económica, siguió la física y luego ya es demasiado tarde para defenderse.
De ahí la importancia del mensaje que envían las activistas feministas que siguen muy de cerca estos casos para documentar y exigir a las autoridades un alto al fuego contra las más vulnerables. Las colectivas mandan alertas a todas las mujeres y desde luego a la sociedad entera paraqué deje de pensar que los feminicidas son personas diferentes al resto, son iguales y conviven normalmente con nosotras, todo el tiempo.
Al conocerse el caso de Andrés N, el feminicida serial de Atizapán, que a la vez ha sido relacionado con caso reciente, de Arturo N que con lujo de detalle se difunden en medios y redes sociales, se destaca que estos son tipos que eran conocidos en su entorno por ser “buenos vecinos”, amables y galantes. ¿Quién iba a sospechar de ellos?
“Andrés, no es un monstruo, dicho por quienes lo conocen, es un hombre bastante normal y en un país con 12 feminicidios diarios sí lo es.
No es un monstruo, es un hombre que odia a las mujeres y que por 20 años las estuvo asesinando en completa impunidad” refieren la colectiva feminista.
A esta reflexión debemos añadir que la mayoría de estos casos quedan impunes, muchos enterrados bajo tierra y son de mujeres que son enlistadas como desaparecidas, tendríamos que estar más alertas, pues cada día doce asesinos de mujeres andan sueltos. Y no, no son monstruos anda entre nosotras, más cerca de lo que aparentan.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE