La puerta delimita las frontera entre quien sale y quien entra, luego se cierra, y en la sombra del barco naufraga . La puerta delimita el asalto y lo prohibido que es el permiso.
Atrás de la puerta está un árbol grande. Ébanos, cedros, y sicomoros. En su lado amable la puerta observa cada salida del sol y el paso constante de la gente. Para el patio hay otra puerta, en la parte trasera, usada por las tardes inmensas de Victoria.
Si yo fuese casa tal vez quisiera ser puerta. Con su parpadeo de turno, de tiempo, aduana del que no es y del que aún lo es. Adentro vería lo que hay con la luz apagada y afuera la ciudad solitaria.
La puerta queda prohibida hasta nuevo aviso, hasta que Dios quiere, hasta que quiera el dueño y llegue el que trae las llaves. La puerta entre cierra, entre abierta, con un letrero, un aviso de cerrado, el encargado anda en un mandado. Todos esperamos afuera y hacemos cola y mitines de protesta, una vez abierta, entran todos y las puertas suelen ser tiradas o estoicamente resisten.
La puerta sale en la foto que se conserva de la casa antigua. Había una barda y un pequeño jardín. Las personas ahí presentes no fueron obligadas a sonreír, lo hicieron voluntariamente.
La casa también dibujada lleva una puerta y la ventana que sustentan el sexto grado de primaria, y tú haces toros de lidia a lápiz. La puerta imaginaria evadía la realidad del dibujante. La puerta salió de un certamen entre dibujos de abejas y de caracoles, en un mar de desconocidos.
Hay condiciones para pensar que no hay nadie en casa. La gente lo sabe todo, te espía, sabe quién te hace vulnerable al viento.
Hay para quienes una puerta nunca abre. Entonces la puerta prefiere escanear cuerpos que se asoman y que pasen los años a la orilla de un lago.
Puerta es despedida y feliz viaje, es bienvenida o inesperada sorpresa. Alguien en la puerta crea fantasmas imaginarios para un concurso, crea sospecha antes de tocar la puerta y se le escucha. Puerta es tranca, obstáculo, incertidumbre del desconocido.
Desde que amanece la puerta hace química con el sol y con los labios que se besan en ese momento de la existencia. Ha visto lo que sucede adentro cuando no hay nadie. Afuera la calle lo sabe y si lo sabe Dios que lo sepa el mundo. La puerta ni abre de seis a siete, mientras oscurece.
Desde la puerta, o portón como a la vez le llaman, se ve el mundo. Las banquetas por donde hay tránsito a pata, llevan a otras puertas con sus personas y todo. Es una fiesta el intercambio, el ir y venir durante el día. En el otro lado del planeta duerme la noche.
Se escucha el rechinido, luego un silencio cortísimo aunque certero, y el clásico golpecillo, que pudo ser portazo, nos hace creer que cerró la puerta y pasan los años. Adentro nos esperan y afuera es un vendedor ni más ni menos. Con el tiempo son más los olvidos que los recuerdos. Nadie sabrá cómo te llamas y apareces en la foto con todos.
Frente a los ojos aparece el inquilino, el vecino de enfrente, los días de lluvia. Alguien la instala y la abandona a su suerte de pájaro. Después de una prueba comienzan a llegar los habitantes hasta que se hacen viejos como vos habéis visto.
Un día la puerta se quedó abierta y desde entonces no es la misma aunque lo sea.
Atrás de la puerta está el tiempo, baste abrirla para que pase el viajero que da la vuelta al mundo. Es de tal color dijeron, pero oscureció y no podía ver.
La puerta es relativa. Afentro y afuera es lo mismo, dicen otros, los de la conspiración del cuarto. Adentro y afuera es aquí mismo, dicen quienes creen que la realidad no existe.
HASTA PRONTO.