VICTORIA.- Genaro no podía dejar de bostezar, pues el inicio de su aventura ocurrió cerca de las 5 de la mañana, y el reloj estaba por marcar las 3 de la tarde.
A pesar de esto su afán de poder vivir la experiencia que estaba a punto de culminar lo mantenía emocionado y alerta.
Finalmente y después de mucho asechar pacientemente, en la mira de su rifle quedó perfectamente encuadrada la presa que tanto ansiaba: un enorme macho de venado cola blanca.
‘Gena’ coloca su dedo en el gatillo con suavidad pero firme y sin perder un solo segundo.
Un estallido se escucha en la llanura y el animal se desploma a 42 metros de distancia. Dos acompañantes de Genaro le felicitan, pues ha sido un tiro perfecto. El espécimen pesó 70 kilos exactos.
Después de disparar, los presentes recogen a la presa, le colocan el cintillo de caza y posan para la foto del recuerdo. A continuación llevan a cabo el ritual ancestral de abrir al animal, retirar las vísceras y desollarlo, para posteriormente cortarlo en varios pedazos y ponerlo a enfriar para su transportación.
Genaro soñó con este momento desde que tenía ocho años de edad, sin embargo los últimos veinte fue bombardeado con uno y mil argumentos, cuyo objetivo eran desanimarlo para no cumplir su ilusión.
Y es que sus compañeros de secundaria, bachillerato y universidad siempre le mostraron su rechazo hacia la caza deportiva o turismo cinegético.
Cuando estudiaba en la Ciudad de México, Genaro tuvo contacto con algunas asociaciones pro animalistas para los cuales “es inadmisible matar por gusto” pues lo asocian con un “acto inhumano y de crueldad”, para otros, el beneficio como sustento económico es innegable.
En México hay casi 13 mil áreas autorizadas para cazar. Uno de los estados con más ranchos cinegéticos es precisamente Tamaulipas, ademas de Nuevo León , Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Zacatecas y Coahuila.
En un año se pueden generar hasta 45 mil empleos en la temporada de caza y la derrama a nivel nacional es de cientos de millones de dólares.
Además hay reglas para todo el proceso.
Según la legislación vigente, primeramente se debe contar con la licencia obligatoria, tras acreditar el Curso de Cacería Responsable que evalúa los conocimientos sobre los instrumentos y medios, las actividades cinegéticas y las regulaciones en la materia para realizar la caza deportiva en el territorio nacional.
Para la práctica de la cacería deportiva se pueden utilizar escopetas y rifles de pólvora negra permitidos por la Sedena, así como arcos, ballestas, aves de presa y perros.
Sin embargo hay ciertas restricciones a la hora de realizar esta actividad, por ejemplo, no está autorizado el uso de vehículos de motor para perseguir, arrear o acosar animales silvestres por tierra, aire o agua; el uso de trampas, redes, reclamos electrónicos, venenos, armas automáticas o de ráfaga; rifles de aire y gas de municiones y diábolos, así como la luz artificial para efectuar la cacería.
Tampoco se permite la práctica de la cacería deportiva desde media hora después de la puesta de sol, hasta media hora antes del amanecer.
Para especialistas en el ramo “la cacería bien organizada y planeada puede tener muchos beneficios para la vida silvestre. La caza no causa daño, sino al contrario: es benéfica, porque además de contribuir a la conservación de especies lo hace también con los ecosistemas”.
Pero el juicio público sobre quienes practican la cacería deportiva es enorme y muchas veces, según platica uno de los amigos de Genaro al Caminante, han sufrido agresiones de terceros.
“Sé, de buena fuente que a un camarada le quemaron la camioneta unos chavos de un grupo de Facebook, y a otro le hicieron pintas en su casa” comenta Rodrigo, experto y veterano cazador.
Definitivamente habrán quienes se manifiesten a favor y en contra de la caza deportiva, pero no se puede negar que es un factor importante para la economía del estado y a la vez un polémico tema de debate entre la población. Demasiada pata de perro por esta semana.
Por Jorge Zamora