Hay dos grandes temas que podrían marcar el rumbo de la próxima elección, según lo aborden los candidatos: la sequía histórica que azota a la región y amenaza con complicar la vida de miles de tamaulipecos; y la inseguridad que en los últimos días volvió a hacerse presente para recordar lo frágil que sigue siendo la tranquilidad en algunas partes del estado.
Sed y violencia son flagelos que calan hondo en el humor social, ambos están muy presentes en la agenda pública y todo indica que lamentablemente se van agravando con el paso de los días.
Si no llueve en las próximas semanas, bajará más el nivel de los vasos lacustres de la entidad, y para mayo, en la víspera de la jornada electoral el desabasto será una realidad en muchas ciudades.
La presa Vicente Guerrero, por ejemplo, está al 32% de su capacidad, como no ocurría desde hace más de una década, se secan los principales afluentes de la entidad y la Conagua ya tuvo que ordenar el trasvase de la presa la Amistad a la Falcón para abastecer a más de 1.5 millones de tamaulipecos que habitan en la frontera.
En el sur, que hasta hace unos años veía de lejos los problemas de la sequía, por los bajos niveles del sistema lagunario y la ruptura del Camalote muy pronto podría revivirse la crisis del agua salada que sufrieron en el 2021.
Los tres candidatos que saldrán a pedir el voto ciudadano y a enamorar a la población con su retórica, no tendrán más opción que hacer planteamientos concretos al respecto.
Ya no podrán evadir la obligación de aterrizar la segunda línea del acueducto, las obras hidráulicas en el Chairel-Champayán, o el abasto para la producción agrícola.
Pero además, tendrán que fijar una posición clara sobre las constantes ocurrencias del vecino de Nuevo León, que un día quiere cerrar el Cuchillo, otro llevarse agua de la presa Vicente Guerrero o concretar lo que muchos ven como el saqueo del Río Pánuco.
Simplemente tendrán que delinear cómo será la relación con el Gobernathore, Samuel García.
El otro gran tema quedó de manifiesto desde la semana pasada. La andanada de violencia que azota a la frontera y al centro del estado sirvió para poner sobre la mesa el recordatorio de que la lucha contra la delincuencia nunca termina.
Durante tres días consecutivos hubo ataques contra el sistema de videovigilancia en municipios como Reynosa, Camargo, Díaz Ordaz y Miguel Alemán que dejó como saldo el derribamiento de más de 70 cámaras, el abatimiento de cuatro de los presuntos responsables y el decomiso de 15 vehículos y miles de armas y cargadores.
La triste experiencia de los tamaulipecos en estos asuntos nos demuestra que cada vez que se acerca un proceso electoral importante como éste, los grupos criminales también mueven sus fichas.
La zozobra que se despertó entre la población debe encender las luces rojas para los tres candidatos sobre la importancia de la seguridad; la exigencia ciudadana es clara: evitar a toda costa volver a los peores tiempos de la violencia en el estado.
RESURRECCIONES
Es tiempo de resurrecciones. Personajes que en otros tiempos jugaron un rol protagónico en la política estatal y nacional y que súbitamente se refugiaron en el ostracismo, hoy vuelven a dar señales de vida.
Es el caso del priísta Marco Antonio Bernal, quien se alejó de las candilejas políticas desde el 2016, tras dos intentos fallidos para ser candidato del PRI a la gubernatura.
Lo intentó en 1998 pero perdió ante Tomas Yarrington y repitió hace cinco años pero fracasó porque acuerdos cupulares favorecieron a Baltazar Hinojosa, quien resultó un perdedor.
Visto a la distancia, fue lo mejor que le pudo pasar a Bernal porque un humor social exasperado por la corrupción y la violencia, en el 2016 voto por la alternancia y sepultó los sueños de Baltazar quien fue aplastado en las urnas por Francisco García Cabeza de Vaca
Desde entonces, decepcionado por el fracaso, Marco se alejó de la política.
Ayer concluyó un largo periodo de hibernación y reapareció para alinearse con César Verástegui Ostos, candidato de la alianza PAN-PRI-PRD, su cuate desde que ambos fueron diputados federales en la sexagésima legislatura federal..
El significado de su definición es relevante porque aunque Marcó no es un político de masas, tampoco un activista, sí es un hombre experimentado en el servicio público y en el arte de la negociación, bien conectado con la nomenclatura nacional del viejo PRI, aún poderosa.
Cerca del retiro, decidió salir del aislamiento y anticipar quién tiene su apoyo y tendrá su voto.